
La mitología no es una mentira, la mitología es poesía, es metafórica. Se ha dicho bien que la mitología es la verdad penúltima, penúltima porque lo último no se puede poner en palabras. Está más allá de las palabras. Más allá de las imágenes, más allá de ese borde limitado de la Rueda del Devenir budista. La mitología lanza la mente más allá de ese borde, hacia lo que se puede conocer pero no se puede contar.
Joseph Campbell
Las elecciones en Estados Unidos han resultado sorpresivas para muchos en el mundo. La aplastante victoria de Trump frente al partido demócrata y su candidata ha puesto a pensar a muchos. ¿Qué fue lo que sucedió? ¿Acaso los americanos decidieron que una mujer no debe gobernar el país más poderoso del mundo? ¿Si los medios masivos han adoptado una postura progresista del mundo, porqué la gente se ha decantado por el candidato conservador?
Las elecciones americanas son síntoma en un cambio de paradigma en la cultura occidental. Los demócratas lo detectaron muy tarde. En la campaña se dieron cuenta que contaban con muy poco apoyo de parte del género masculino. Erróneamente, consideraron intentar usar a Waltz, quien secundaba a Kamala Harris como parte de su estrategia para atraer votantes. Realizaron videos utilizando a actores que pretendían ser «muy hombres» y expresar su apoyo a la actual vicepresidenta. Ninguno de estos esfuerzos valió la pena y una gran cantidad de conglomerados con MSNBC y CNN observaron que demonizar a su enemigo político y relacionarlo con Hitler.

Fueron muy pocos los analistas que observaron un cambio de paradigma en la sociedad norteamericana. La predicción de la victoria de Trump en dos hilos de Twitter (ahora X) que surgieron un día posterior a las elecciones (@PaulAnteitner, @clairlemon). La hipótesis planteada inicia sorpresivamente con el éxito de la película Top Gun Maverick. Cuando fue estrenada había una enorme conmoción por el asesinato de George Floyd, las producciones culturales tenían que estar centradas en ideas relacionadas a la inclusión y la diversidad como lo fueron estando durante la década pasada.
El increíble éxito de Top Gun Maverick revelaba un resurgimiento del interés en las películas que solían retratar temas del heroísmo clásico protagonizado por un hombre blanco. Quien además es protagonista que sigue los cánones tradicionales de alguien que se dirige por el honor, el deber, la meritocracia y la necesidad de romper las reglas cuando es necesario. Estos valores tradicionales del americano del siglo XX parecían estarse difuminando en toda la producción cultural del país de la segunda década del presente siglo. El enfrentamiento cultural de lo que hoy se conoce como woke y que engloba la inserción de todas las consideradas «minorías» en el panorama de la producción cultural de masas, y que, como una especie de resarcimiento por haber sido oprimidas en épocas pasadas, ahora buscan estar en todos los aspectos de la modernidad.

Un movimiento que surgió en las aulas de las academias anglosajonas y que poco se fue a propagando por todo occidente. Esta corriente ideológica se insertó en cultura popular en casi todos los ámbitos: el cine, la literatura, la televisión y los videojuegos. Las grandes compañías se adaptaron a lo que supuestamente eran «las nuevas audiencias». Las producciones culturales se dedicaron a tomar franquicias establecidas para modificar el relato original y hacer cambios que implicaran dar mayor importancia a las minorías. Esto incluyó mujeres, afroamericanos, asiáticos, población LGBTQ+, minusválidos y cualquier otra etnia que los americanos identificaran. Esto generó críticas iniciales por parte de los fans de estas sagas o franquicias. Posteriormente recibieron el cuestionamiento general por parte de espectadores ¿Para qué cambiar el género de los protagonistas? ¿Qué sentido tenía que Spiderman o Thor fueran ahora afroamericanos o mujeres?

Como explicamos en post de Star Wars y las Guerras Culturales, la izquierda política anglosajona encontró refugio en ciertos grupos sociales de los cuales podría encontrar alianzas que extenderían las críticas marxistas respecto a los grupos oprimidos por el sistema económico. La clase obrera del siglo XXI ya no les daba los votos que les dieron triunfos en épocas pasadas. Mediante este nuevo relato y con una fuerza preponderante en la academia educaron a toda una generación en el victimismo, la sensación de opresión permanente y en la lucha contra un enemigo en común. El demonio capitalista de los marxistas tomó un género y un puesto de eterno privilegio. Ahora era el hombre caucásico hetero y con poder político el enemigo a vencer. Teorías sociales que permanecieron de forma marginal pero paralela a las otras críticas marxistas se unieron para conformar un solo frente crítico y propio para el nuevo siglo: feminismo, teoría queer, teoría de la raza, y ecologismo.

Las discusiones que no solían salir de las universidades y las tesis universitarias se convirtieron en debates públicos en cuanto las redes sociales comenzaron a universalizarse en occidente y los debates podían ser replicados sin obstáculos físicos o económicos. Uno de los más icónicos de la década fue el Gamergate. Este fenómeno social de internet fue uno de las primeras batallas culturales. Los videojugadores del mundo tomaron partido en la crítica hacia los videojuegos que hicieron feministas como Zoé Quinn, Brianna Wu y Anita Sarkeesian. Esto inició alrededor del 2014 cuando los videojugadores iniciaron una lucha en diferentes medios digitales para denunciar la incidencia constante de activistas políticos en la industria de los videojuegos. Anita Sarkeesian denunció en sus canales digitales que los videojuegos se basaban en estereotipos que denigraban a la mujer. La activista hizo muchos videos basados en esta suposición. Esto desató que los video jugadores desmintieran sus afirmaciones y se enfrentarán frontalmente con ella y su movimiento.
Las activistas empezaron a infiltrarse en todos los medios de producción cultural. La televisión, el cine, la literatura y los videojuegos contrataron a miles de personas universitarias que tenían estas tendencias ideológicas. La academia fue el espacio en el que nacieron y se desarrollaron. La teoría marxista y la teoría crítica consideran la estructura cultural como parte esencial del sistema capitalista. Autores como Gramsci piensan que cambiar la «cultura burguesa» a la «cultura obrera» creará consciencia de clase que terminará por resquebrajar el sistema económico. Esta misma idea es sostenida por el feminismo moderno que cree que los patrones de conducta social provienen de una cultura heteropatriarcal que domina toda la esfera cultural moderna. Razón por la que buscan cambiar las historias modernas que se cuentan en los medios masivos con el fin de «destruir al patriarcado» y la «cultura machista».
Esta estrategia política de infiltrarse como guionistas, productoras, actrices y directoras funcionó muy bien la última década. Surgieron producciones en Hollywood que tenían un mensaje muy claro y evidente. Y los fanáticos de las sagas clásicas se dieron cuenta; siendo que todo lo relacionado con la cultura pop y las franquicias americanas están conformadas en su mayoría por hombres. Estos buscaron dar batalla. Fue así como se popularizó el término «Guerras culturales» en la que dos grupos antagónicos pelearon por mantener el control de la cultura popular.
Una de las particularidades de estas guerras civiles culturales es que ambos bandos existen en todos lados. Es decir, una misma empresa puede estar habitada por personas que piensan de forma distinta. El ejemplo más claro es Disney, quien hoy en día tiene un CEO con una clara tendencia ideológica (es demócrata) y cuyos ejecutivos y productores mantienen una silenciosa batalla por que la empresa cambie su línea ideológica a favor de una postura neutral o que omita la política. El departamento de DEI (Diversidad, Inclusión y Equidad en inglés) fue una idea de los Millennials recién graduados de las universidades de Estados Unidos a finales de la primera década del siglo. La era woke tuvo sus inicios por estos años, empresas y gobierno se fueron sumando poco a poco a la tendencia de lo políticamente correcto y a percibir la cultura popular como injusta y poco representativa de otras minorías como los indígenas, los homosexuales y la gente de piel oscura.

La sociedad hollywodense se ha caracterizado por concentrar un alto poder mediático en occidente. Ellos adoptaron la postura progresista y la insertaron en todas las producciones cinematográficas. Actores, productores, guionistas y adoptaron el argumento gramsciano sobre las estructuras de clases, y consideraron que si cambiaban la mitología moderna podrían eliminar el racismo, la exclusión de las minorías y hasta la lucha de clases. Para ellos existía algo como «las audiencias modernas» que demandaban este tipo de productos. La sensación de ser luchadores sociales les quitaba la carga que tenían ante una sociedad que no vivía ni de cerca la cantidad de lujos y excesos que ellos si tenían en su pequeña burbuja social.
Estados Unidos comenzó a tener más divisiones sociales entre su propia población. La gente se empezó a segregar no solo por su clase social o su condición étnica, se agregó la inclinación política. El afan de convertir toda acción social en una declaración política volvió a los americanos desconfiados y agresivos. Podrías sostener un color de piel en un barrio marginado y aún así ser desdeñado si tu inclinación política estaba a favor de los republicanos. Pintarse el pelo, usar cubrebocas, elegir una película y hasta el tipo de rasuradora que usas se volvió un elemento de división y discordia. Aunque el movimiento progresista estuviera a favor de la paz, la diversidad y la inclusión, se portaban extremadamente agresivos con aquellos que estuvieran en contra del discurso. Esto despertó un movimiento reaccionario en el que cualquier ciudadano que se haya sentido agredido por forzarle a pensar de una manera encontrara en la crítica un lugar para sentirse escuchado.

La sociedad post-woke
Este término de reciente cuña es ahora la denominación que se le ha dado a los cambios del zeitgeist mundial. El triunfo de Trump es un símbolo inequívoco de una sociedad en transformación y cambio de paradigma. La década de los 2010s establece una clara distinción de entre este fenómeno, su inexistencia como parte de la cultura popular de la década anterior y su notorio declive iniciando la tercer década. Siendo la pandemia el ejemplo más tangible del cambio de intereses social a nivel de cultura. Después de la victoria en noviembre del 2024, el mundo comenzó oficialmente el contra ataque a lo que Trump y Elon Musk llamaron la izquierda progresista y globalista. El gran error de la izquierda fue desdeñar de los reaccionarios como una minoría muy vocal o una derecha extrema. Para los políticos de la izquierda, hablar de una guerra cultural era hablar de una división ridícula de la sociedad por el color de un superhéroe de televisión. Poner a gente de descendencia africana en la vida de la sociedad burguesa de Inglaterra del siglo XIX era una mera anécdota de una sociedad cambiante. Sin embargo, para otros era un símbolo de afrenta frente a su identidad como nación.
Tenemos el caso de la película de Cleopatra en Netflix. Este filme «documental» enardeció a los egipcios por su falsedad. Los egipcios fueron los primeros en enfadarse con el film debido a que la actriz era de piel oscura y descendencia egipcia. Hubo intentos de cancelar la serie y peticiones change.org para no fuera mostrada en la plataforma. Páginas como Rotten Tomatoes e IMDB le dieron una calificación bajísima y hubo una mayor molestia por parte del propio país Egipcio al respecto. El ascenso de una cultura «anti-woke» contó con una enorme facilidad para captar seguidores debido a que el movimiento progresista hacía enemigos todos los días con personas de cualquier posición social en todas partes del mundo.
Aunque la izquierda veía al progresismo como una «evolución» inevitable de la sociedad y una tarea necesaria para destruir la hegemonía ideológica del racismo, la xenofobia y la homofobia. En realidad fue un discurso que siempre tuvo la intención de mantener relevancia política. Los trabajadores, la famosa «clase obrera» había virado hacia la derecha o hacia una visión más moderada y menos radical. Razón por la que fue necesario buscar nuevos grupos de opresión que los apoyaran. Al ser jóvenes los que traían esta perspectiva y al estar buscando colocarse en puestos de trabajo al salir de la universidad, esta nueva sociedad progresista buscó colocarse en dónde pudieran establecer su agenda.

Los departamentos de DEI aparecieron por todos lados, empresas, oficinas de gobierno, escuelas y por su puesto, la industria del entretenimiento. Fue mediante el soporte de gobiernos progresistas que la «buena intención» de ser inclusivos y equitativos terminó siendo un mandato forzoso. En estos días, con Elon Musk, un enemigo declarado de lo woke ha emprendido una campaña para desarticular este movimiento desde sus mecenas. USAID ha sido el más controversial hasta el momento debido a la enorme cantidad de dinero que gastó para que se produjera material DEI con intenciones poco claras. Los conspiracionistas apuntan el dedo a personas como George Soros para reducir la natalidad mundial y quien sabe que otro motivo detrás.
Con Elon Musk y Donald Trump se está escribiendo un nuevo capítulo en la historia de este siglo. Pareciera que la tercera ola del feminismo y todos los movimientos progresistas del mundo han gestado su propio monstruo. Apuntaron el dedo constantemente al hombre heterosexual blanco como el causante de todos los problemas del mundo y alienaron a las mujeres que no se alinearon a la tercera ola del feminismo. La izquierda no sé dio cuenta de este fenómeno hasta el triunfo de Trump. Las luchas políticas del siglo XXI no son precisamente entre clases sociales, grupos raciales o géneros; las luchas son por el control de la narrativa del mundo. Las producciones culturales globales son parte de esta narrativa y todos los días generan historias que cuentan nuestra realidad, la forma en la que vemos al mundo y nuestras percepciones morales de lo que es bueno y malo.
La segunda llegada de Trump al poder ha sido mucho más agresiva que en la primera ocasión. En un mes ha causado enormes cambios alrededor del mundo. Actualmente ha iniciado ya un proceso de paz en Ucrania ante un inminente triunfo de Rusia. También ha iniciado una guerra arancelaria con todos sus aliados y enemigos. Pero eso lo veremos en la segunda parte de este post.