“Esta que llaman por ahí Fortuna es una mujer borracha y antojadiza, y sobre todo, ciega, y así no ve lo que hace, ni sabe a quién derriba.”
Miguel de Cervantes Saavedra
A lo largo de diez años ha pasado por mi mente la idea de la Diosa Fortuna. Cómo la suerte permea el destino de todos los seres humanos independientemente de las condiciones en las que nazca. En años anteriores subí pequeños posts mencionando la idea o describiendo cómo lo ven aquellos autores que también se han puesto a investigar a aquella mujer. Es por eso que he decidido actualizar y compilar todos los posts en uno solo. A lo largo de este tiempo también me he dado a la tarea de probar muchos de los consejos que autores han dado sobre la suerte. Existen muchas formas de abordar el tema y suele pasar de un asunto matemático a un análisis social o una deconstrucción filológica. Esta serie de posts aborda principalmente tres autores: Max Gunther, Alain de Botton y Nicholas Taleb. Con perfiles muy distintos ven a la suerte desde un ángulos que, según mi parecer, merecen la pena ser analizados. Preguntas como ¿Existe la suerte? ¿Es posible atraerla mediante alguna acción? ¿Estamos condenados por ella? ¿Quienes tienen más suerte que otros? En esta ocasión veremos que dice Gunther.
Max Gunther y el factor el suerte
Uno de los libros que más me llamo la atención fue el de Max Gunther, El Factor Suerte, el autor hace un análisis de las causas probables por las cuáles ciertas personas llegan a tener más suerte que otras. Este libro está escrito para propósitos prácticos. Más allá de preguntarse
En la segunda mitad del libro expone los cinco factores/estrategias/razones por las cuáles se puede llamar a la buena suerte. Me parecieron interesantes, así que se las comparto, en resumen:
1. La estructura de la telaraña
No se puede saber qué golpe de buena fortuna llegará por medio de algún distante mecanismo del destino. No se puede saber qué complejas interconexiones de relaciones humanas guiarán la suerte en la dirección adecuada. Pero sí se puede saber, con certeza, que la probabilidad de que llegue es directamente proporcional al número de personas que conozcan el nombre de la persona finalmente agraciada por la fortuna.
Max Gunther
Este método para atrapar la suerte dice que nuestra fortuna tiende a mejorar si creamos redes de telaraña en cuestión social podemos aumentar nuestra suerte. Gunther descubrió que existe una enorme posibilidad de obtener ciertas cosas si creamos redes de telaraña muy grande para atraparla. Pone el caso de una chica que fue encontrada por un Head Hunter quien modifica la vida de mucha gente al buscarlos para puestos de trabajos con rangos de salario elevado. Muchas personas son buscadas sin que ellas lo estén deseando y solo una pequeña fracción realiza campañas publicitarias de sí mismos para ser encontrados. La mayoría son encontrados porque hablan con desconocidos, les gusta conocer gente, unirse a ella, saludarla, si se sienta a lado de alguien en un avión inician una conversación. Le hablan por su nombre, le preguntan por su esposa e hijos y dónde paso sus vacaciones. Esta clase de persona es la que encuentra el Head Hunter.
El autor menciona el caso de Catherine, una mujer que paso de ser una secretaria a una directora de personal de un banco. La historia sobre como el reclutador encontró a esta mujer tiene mucha relación con la fortuna bien manejada. Catherine siempre se mostró sociable en los lugares donde se encontraba. Por el contrario, su amiga Evelyn siempre se quejaba de su mala suerte, ella al contrario de su amiga se mostraba poco sociable. Uno de sus compañeros de trabajo con quien Catherine estableció una de esas amistades de la hora del almuerzo era un hombre de edad madura que trabajaba en el departamento de personal. Por las conversaciones de mediodía que tenía con ella se dio cuenta que le aburría su trabajo y que tenía ideas prácticas para mejorar las oportunidades profesionales de las mujeres. Un día se cruzó con ella y le dijo que conocía una oportunidad de trabajo. La oportunidad le había llegado a través de un hombre que apenas conocía. No podía saber de antemano cuál de esas personas le daría una oportunidad, o cuándo, o bajo qué forma. Pero al construir una red con muchas líneas, aumentó las probabilidades estadísticas de que finalmente algo ocurriera.
La forma por la cual el reclutador encontró a esta mujer también es llamativa. En una de sus investigaciones dio con una profesora que había escrito sobre problemas laborales de las mujeres. La profesora le comentó que había conocido a alguien que sabia del tema en un seminario sobre los derechos laborales. Esta mujer era Catherine. Ella había asistido al seminario como parte de su programa autodidacta. Como era su costumbre había hablado con todo mundo y esa noche abordó a la profesora contándole sobre sus ideas para disminuir la deserción de empleados.
2. El Don del presentimiento
Esta segunda observación del autor mantiene la idea de que muchas personas han adquirido su buena fortuna la tener una especie de don para presentir cuando deben actuar en algún momento adecuado. Existen muchos casos documentados en los cuáles las personas han logrado algún objetivo por simple presentimiento de actuar en el momento que consideran propicio. Increíblemente existen casos en los cuáles uno piensa que el conocimiento de la situación y la planeación son esenciales para lograr el éxito, sin embargo tienen mayores resultados al seguir sus presentimientos al actuar. Este caso sucede con muchos corredores de bolsa en Nueva York, quienes han expuesto sus triunfos como en Confessions of a Wall Street Insider. El libro dice que los inversionistas de poca monta no pueden ganar mucho suscribiéndose a servicios de información, estudiando las estadísticas del mercado, o aplicando la lógica en algún sentido. El autor sostiene que el mercado es una máquina de emociones más que de razonamientos y que, por lo tanto, no es posible predecir sus movimientos por medios racionales. El autor dice que le tomo muchos años seguir sus presentimientos para poder triunfar.
El autor entiende las dificultades que pueden existir si uno se deja llevar siempre por el presentimiento. Es una habilidad innata que debe ser usada con precaución. Gunther esta seguro que es posible tomar riesgos y no ser siempre riesgoso al usar el don del presentimiento con exageración y poco análisis.
He aquí las pautas a conocer antes de usar el presentimiento:
PRIMERA REGLA
Aprender a evaluar los datos básicos
Cuando se tiene un presentimiento, debemos preguntarnos si hay hechos básicos al respecto. ¿Existe alguna posibilidad de que hayamos absorbido datos sobre esa situación en particular? Esta es la primera regla de los presentimientos. Un presentimiento es bueno si también lo es la suma de experiencias pasadas que lo origina. Es decir si nosotros tenemos nociones de que han sucedido cosas buenas o malas en experiencias que se han vivido previamente, se puede usar el presentimiento con mayor grado de éxito.
a) No se debe confiar en un presentimiento acerca de alguien que se acaba de conocer. La gente que suele padecer mala fortuna, continuamente tiende a escoger una opción en la primera impresión. Si se conoce a una persona por media hora y se cree en su honestidad, buena voluntad e inteligencia como parte de un presentimiento, seguramente puede que este equivocado. Nunca se deben arriesgar las emociones o el dinero sobre la base de un presentimiento a primera vista.
b) Nunca emplee el presentimiento como pretexto para no trabajar. No tome decisiones para evitar el arduo trabajo de la investigación y búsqueda para la correcta toma de decisiones. Muchos realizan acciones basadas en el presentimiento para evitar el gasto de tiempo en el análisis. Esto puede llegar a ser una gran catástrofe si se realiza constantemente. En cualquier ocasión en que el lector actué de acuerdo con lo que crea que es un presentimiento, deberá preguntarse honestamente sino está simplemente inventando una excusa para eludir investigar o consultar a las personas que puedan responder a sus preguntas. Un presentimiento sin tener una base de datos sólidos no es un presentimiento racional.
SEGUNDA REGLA
Nunca se debe confundir un presentimiento con una esperanza
Si un presentimiento nos dice que algo es cierto, y que se desea intensamente que lo sea, se debe desconfiar de ese presentimiento. Muchos malos presentimientos no son otra cosa que buenos deseos disfrazados. Llegamos a pensar que algo ocurrirá y suele disfrazarse de un presentimiento cuando realmente es un deseo profundo de que realmente suceda así. Si llega a ocurrir, debemos incurrir en ese pensamiento llegando a descifrar si es posible que suceda de otro modo. El paso mas importante de todos es el primero: reconocer que se está en una situación en la que pueden confundirse el presentimiento y la esperanza. Cuando eso se reconoce, se tiende a ser mas cuidadoso.
TERCERA REGLA
Deje lugar para que crezcan los presentimientos
Para tener presentimientos sólidos se deben escuchar los propios sentimientos, respetarlos, permitirles la oportunidad de expresarse. Esta regla es posiblemente la más importante de las tres. Las personas afortunadas, en general, saben instintivamente cómo llegar a las profundidades donde están enterrados los presentimientos. Las personas que tienen presentimientos instintivamente llevan a cabo ese proceso en cualquier decisión que tomen en sus vidas.
3. La fortuna favorece a los audaces
Al principio esto parece una tontería. Es obvio que la Diosa Fortuna, aunque en ocasiones sea buena para los audaces, en otros casos los golpea despiadadamente. Sin embargo, hay un hecho extraño. Como grupo, la gente afortunada tiende a ser gente audaz. Los hombres y mujeres más tímidos que he encontrado en mis viajes también han sido, con algunas excepciones, los menos afortunados. ¿Porque ocurre esto? Podría señalarse primeramente que la suerte probablemente contribuya provocar la audacia. Si la vida no nos ha golpeado mucho, probablemente estamos más dispuestos a correr riesgos que alguien a quien la vida ha tratado con frecuencia de mala manera. Pero también sucede en sentido opuesto. La audacia ayuda a crear la buena suerte.
PRIMERA REGLA
Se debe estar siempre preparado para analizar las oportunidades de tener buena suerte en cuanto aparezcan en la vida. Las personas más afortunadas que he conocido no han vivido de ese modo rígido ni en línea recta sino más bien en línea quebrada. Es un error apegarse a una sola ruta. Se tiene que estar preparado para cambiar de dirección cuando se ve algo bueno. El doctor Charles Cardwell es profesor de filosofía en EU sugiere que debe hacerse una distinción entre las palabras «suerte» y «fortuna». El doctor Cardwell dice: «Se dice que la gente hace su propia suerte. Pero si definimos la suerte como suceso al azar, entonces la afirmación no es verídica. La suerte llega para todos. No hacemos nuestra propia suerte. La suerte viene y se va por su propia cuenta. Pero podemos hacer nuestra propia fortuna, estando alerta y usando astutamente la suerte».
SEGUNDA REGLA
Se debe conocer la diferencia entre audacia y temeridad
Si apostamos los ahorros de toda la vida en una aventura espectacular en la cual se corre el riesgo de perderlo todo eso es temeridad. Si se acepta una excitante nueva oportunidad de empleo aun cuando responda a la ruta trazada originalmente, aun así se tiene miedo de enfrentarse a lo desconocido, eso es audacia. Los hombres y las mujeres que se llaman a sí mismos desafortunados suelen ser gente notablemente
Es cierto que cuando corremos riesgos, podemos perder. Pero también es cierto que nunca ganaremos nada sino participamos en el juego. Las personas afortunadas están conscientes de las posibilidades de perder y en ocasiones pierden. Pero ya que los riesgos que corren son pequeños, las pérdidas tienden a ser pequeñas, e colocan en posición de obtener grandes ganancias. Tal vez al lector no le atraiga ni el juego ni la especulación, esto es un asunto personal. Pero si nunca compra un billete de lotería o nunca adquiere una acción en el mercado de valores, no tiene derecho a gruñir «algunas gentes son muy afortunadas, nada de eso me ocurre nunca«. Sino le sucede es porque usted nunca ha entrado al juego.
La fortuna no favorece ni a los tímidos ni a los temerarios. (Los temerarios, sin embargo, por lo menos viven emociones al arriesgar). La fortuna favorece a los audaces porque estos operan desde un terreno firme situado entre esos dos extremos, la timidez y la temeridad.
TERCERA REGLA
No se debe insistir en tener un conocimiento total de antemano de cualquier situación a la que se pretende entrar
Cuando empecé a hablar a los afortunados y a los desafortunados hace muchos años descubrí pronto un hecho desconcertante. Con excepciones, las personas con sorprendente buena suerte suelen ser supersticiosas. Si se tiene una superstición, se debe de tratar como una amiga. Podemos reír de ella en público, si lo deseamos, pero en privado debemos mimarla. Nos ayudará a decidir cuál puerta debemos abrir. Vendrá en nuestra ayuda si se nos ofrecen dos empleos que aparecen igualmente atractivos con base en los hechos disponibles. O si se piensa estar enamorado de dos personas diferentes y se desea contraer matrimonio. O también si no se puede decidir a dónde ir de vacaciones.
Una superstición amiga no solamente ayuda a tomar decisiones en situaciones de escasos hechos comprobados. También aumenta la sensación general de confianza y competencia, las cuales son elementos de la audacia.
4. EL FRENO AUTOMÁTICO
El freno automático es un mecanismo que conserva las ganancias. Permite que una rueda gire hacia adelante, pero evita que gire hacia atrás. La gente con suerte parece organizar su vida de modo análogo. Saben que casi cualquier aventura puede llevarlos a ganar o perder. Al principio es imposible saber a qué lado girará la rueda. Pero si empieza a darse vuelta hacia el lado equivocado, los afortunados están preparados para detenerla, tienen la capacidad para salirse rápidamente de las situaciones que se deterioran. Saben cómo descartar la mala suerte cuando empeora. Sin embargo, existen dos obstáculos a superar antes para aprender a usar esta táctica de las personas afortunadas.
PRIMER OBSTÁCULO
Es demasiado duro decir «estaba equivocado»
Un excelente ejemplo para este obstáculo es la compra y venta de acciones en la bolsa. Gerald M. Loeb fue uno de los inversionistas mas exitosos en Estados Unidos. Una de sus reglas para su buena fortuna era aplicar el freno automático cuando era necesario e incluso cuando no lo era. ¿ Como lograba esto? Cada que compraba acciones se permitía perder un 10% de su inversión si la acción iba a la baja. Muchas veces vendía una acción que volvía a subir nuevamente haciéndolo perder la ganancia, pero nuevamente hacia más movimientos de compra venta que le hacían eliminar este error constantemente y generar nuevamente posibilidades de ganancia. Según un estudio psicológico en 1973, no todas las personas eran capaces de hacer lo que hacia este inversionista, pues al realizar un movimiento de compra venta de acciones venia implícito una sensación del individuo por demostrar su brillantez en el movimiento, sin embargo, cuando la acción bajaba, la única opción que tenia la persona para constatar su movimiento financiero era esperar a que la acción subiera aunque tardara mucho y el comprador se sintiera satisfecho. Era duro para este accionista decir «estaba equivocado«.
La necesidad de sentirse y parecer inteligente es sin duda universal, bien controlada puede producir resultados admirables, pero su se vuelve a tal grado apremiante que no nos permita, aun con toda la evidencia en contra, admitir que nos hemos equivocado, entonces esta necesidad se convierte en un factor de mala suerte. Se ha descubierto que la gente sin suerte a menudo se ve arrastrada hacia matrimonios y otras relaciones de largo plazo que desde el principio puede adivinarse que no funcionarán. Una acción rápida en el principio puede poner fin a la relación antes de que ésta se convierta en un embrollo, pero esa acción, desde luego, requiere que alguien diga «me equivoqué». La gente a menudo evita esto, ya que piensa, que de hacerlo, parecerá tonta y ridícula. Es triste pensar cuántos hombres y mujeres se encuentran atrapados en trabajos que odian. En muchos casos son personas que pudieron haber cambiado de empleo hace mucho tiempo, sin embargo, cuanto más tiempo permanece uno en un trabajo o carrera, más difícil es cambiar.
SEGUNDO OBSTÁCULO
Es muy difícil abandonar una inversión
Las inversiones pueden consistir en dinero, amor, tiempo, esfuerzo, compromiso, o en una combinación de varios o de todos estos factores. Como quiera que esté hecha, es algo apreciado, algo que debe protegerse. Si alguna empresa se vuelve amarga. la única manera de salirse de ella es abandonando lo que ahí se ha depositado, Esto duele, por lo menos tanto como admitir que se ha equivocado y en ocasiones mucho más. La gente con suerte tiene, en efecto, la capacidad para vender todo cuanto es necesario. Por lo general evitan verse atrapados en relaciones amorosas insatisfactorias; saben que es mejor romper tales relaciones antes de que se concreten en un matrimonio, aun cuando al hacerlo abandonen una inversión amorosa. Salen de las malas situaciones de trabajo sin esperar demasiado, aun cuando signifique dejar una inversión de su propio ser. Hay momentos en la vida en que se debe aceptar una pérdida pequeña para evitar una mayor. Es probable que si cuestionáramos a este respecto a todas las personas mayores de diez años, aceptarían que es verdad. Sin embargo, parece ser que sólo la gente con suerte vive de acuerdo con esta verdad.
Notemos un último aspecto sobre la audacia y el freno automático; se complementan uno a otro. Si es usted audaz, es probable que su mecanismo de freno funcione rápidamente y con decisión cuando lo necesite. Y si este último funciona bien, si confía en que no le dejará atrapado en algún mal lugar, este hecho servirá de apoyo a su audacia.
5. LA PARADOJA DEL PESIMISMO
Pareciera como si las personas afortunadas fueran muy optimistas. Increíblemente no lo son. Por supuesto las personas con suerte suelen ser felices. Las llamamos afortunadas y así se consideran por alguna razón han alcanzado objetivos personales que le son importantes. Con certeza podemos decir que la mayoría están contentos y satisfechos. Sonríen con frecuencia. Es agradable estar en su compañía. Pero sería aventurado llamarlos optimistas. Ser optimista es esperar los mejores resultados. Como regla general, eso no ocurre con las personas con suerte.
La mayoría de ellos tienen cierto pesimismo básico tan acentuado que resulta sorprendente. cuando se aprecia por primera vez. Cuidan amorosamente su pesimismo, lo defienden contra los ataques, lo ejercitan diariamente para conservarlo en buena forma. A veces de modo consciente y en ocasiones intuitivamente, lo cuidan como algo de valor.
El uso del pesimismo entre los afortunados puede expresarse en términos de dos leyes fundamentales. Estas dos leyes se complementan. Deben considerarse siempre juntas, ya que en realidad son dos partes de una misma ley. Sin embargo, en aras de la claridad, las separaremos para estudiarlas una por una.
Ley de Murphy
Si existe la posibilidad de que algo falle, tarde o temprano fallará
Nunca debemos estar seguros que somos los predilectos de la fortuna. En el momento en que la vida parece alcanzar su punto mas brillante, cuando la buena suerte parece protegernos contra todo, es cuando somos más vulnerables a la mala suerte. Es cuando la euforia debilita nuestro pesimismo. Si se aleja el pesimismo, estaremos en situación de peligro. Se baja la guardia. Se desconecta el mecanismo del freno automático. Se desprecian los pequeños presentimientos que tratan de decirnos lo que no queremos escuchar. Y entonces, repentinamente, nos encontramos de cara contra el suelo y con el pie de la diosa fortuna sobre el cuello.
La parte paradójica es que la gente que confía más en la suerte se cuenta entre los menos afortunados. Las personas afortunadas evitan los accidentes principalmente por ser pesimistas.
Un exhaustivo estudio de accidentes entre conductores de autobús llevado a cabo en África llego a conclusiones similares con respecto a la importancia del pesimismo. Entre los conductores que eran «malos riesgos» que habían tenido un mayor numero de accidentes se destacaba en su personalidad un exceso rango de optimismo. El conductor propenso a los accidentes tenía demasiada fe en: 1) su propia habilidad 2) el buen sentido y habilidades de los otros conductores, y 3) la suerte.
La ley de Mitchell
La vida es resbaladiza como un pedazo de jabón. Si se piensa que se le tiene bien aprisionada, es un error.
Los hombres y mujeres afortunados, de un modo mucho más amplio que los que no tienen suerte, están conscientes de que en cualquier momento pueden llegar a sus vidas sucesos imprevistos e incontrolables. Ninguna vida está totalmente bajo el control de su propietario. La gente con suerte es aquella que se adapta a este ambiente de incertidumbre. Ellos se preparan para sus oportunidades, se protegen contra sus amenazas. Como grupo, los afortunados no tienen ilusiones de que la vida sea ordenada, de que pueda planearse con precisión, y de que todo ocurrirá exactamente como se desea. El desorden de la vida les agrada y les excita, pero también irrita a otros, del mismo modo que irrita a los pocos afortunados. La diferencia es que los afortunados aceptan el desorden como un hecho que se debe considerar, ya sea que les guste o no.
También sucede en los asuntos de la vida como un todo. Si nos aferramos a una ilusión de control, quedamos expuestos a dos clases de peligros. El primer peligro es que no se establecen defensas contra la imprevisible mala suerte que en cualquier momento puede arrebatarnos el control de las manos. El segundo es que, cuando la mala suerte ataca, nos desmoralizamos demasiado. Reaccionamos de una manera que no es útil.
La Ley de Murphy nos aconseja no depender demasiado de la suerte, ya que hay tantas probabilidades de que las cosas salgan mal como de que salgan bien. La Ley de Mitchell nos aconseja no depender demasiado de nuestro control sobre los eventos, ya que el control es menor que lo que pensamos.
La combinación de ambas leyes nos dirá: No se debe entrar a una situación sin saber lo que haríamos en caso de que salga mal.
Este es el pesimismo de los afortunados.
Si algo sale bien, no hay que discutir. Cuando la buena suerte nos aleja del camino principal, hay que seguirla. La vida es resbalosa, no importa como se la maneje. El control perfecto es una ilusión.
Max Gunther
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