“¿Cuántas cosas más puedo guardar?
¿Cuántas cosas puedo atesorar?
Dulce tentación de dejarlo todo
¿Cuánto espacio más quiero ocupar?
Hasta los recuerdos ya no caben en este lugar
¿Cuántas cosas me puedo llevar?
La última mudanza debe ser la más ligera”


Volver a Empezar (Café Tacuba)
 

Podría decirse que, en esencia, la Humanidad es nómada. En la Prehistoria, la supervivencia y la búsqueda del lugar más adecuado para vivir impulsaron a las personas a moverse de un lugar a otro,  para de ese modo poblar de a poco los diferentes terrenos, en medio del desierto o a orillas de un generoso río. Entonces, el mundo no tenía continentes ni países, tampoco límites o fronteras establecidas. La Tierra era tan vasta como hoy, el cielo era igual de infinito, pero la mirada humana sobre la distancia y el tiempo eran absolutamente diferentes. Sin embargo, se estima que en la actualidad unas cuarenta millones de personas viven una cultura nómada, es decir que se trasladan constantemente sin tener un hogar fijo, quizás considerando que el mundo es la casa de todos y cada uno de los seres vivos.

De alguna manera, los mochileros modernos son una respuesta al modo de vida que adoptó la cultura dominante del siglo XX. Con el desarrollo de la tecnología y la ciencia, y en especial tras el avance de los modos de producción capitalistas, las comunidades tendieron a establecerse en un lugar, ya sea para responder económicamente a un señor feudal o para estar cerca de la fábrica que les proporcionaba el sustento diario. Cuando ya no hizo falta moverse constantemente, la vida comenzó a percibirse de otro modo. Las personas empezaron a arraigarse, a convertirse en árboles antes que en pájaros, y así la vida nómada se convirtió en una filosofía algo nostálgica, en la necesidad de explorar, de volver a la aventura negada por los asentamientos y el modo de vida burgués.

«En ocasiones, el reto más difícil para asimilar la simplicidad es la sensación de soledad que conlleva, esto debido a que el sacrificio privado no atrae mucha atención en el frenético mundo de la cultura de masas» Rolf Potts

No es casual que el sentido común actual relacione al movimiento hippie con los mochileros. De cierta forma, el hippismo fue el colectivo responsable de traer el nomadismo a la escena popular. Pero ya han pasados varios años desde entonces, y los mochileros del siglo XXI se enfrentan a los desafíos de la posmodernidad, batallando entre el proclamado “regreso a la naturaleza” y la constante presencia de las redes sociales. De hecho, en Instagram abundan las cuentas de usuarios que recorren el mundo en supuestas aventuras al sudeste asiático que poco tienen que ver con el nomadismo y más bien se acercan a una experiencia controlada para conseguir más seguidores u obtener satisfacciones inmediatas.

Entre los mochileros actuales, el estadounidense Rolf Potts se destaca como una referencia ineludible, alguien que además de reivindicar la importancia de viajar pone en entredicho el concepto de turismo y alienta a explorar el mundo de un modo más cercano a la aventura. En ese sentido, decir que Rolf Potts es estadounidense resulta al menos inexacto. Más bien habría que aclarar que Potts nació en Estados Unidos pero en realidad no permanece en un mismo lugar por más de un mes. Es dueño de un pequeño rancho en Texas, donde descansa luego de sus largos viajes, aunque su lugar exacto en el mundo es el mundo mismo, ningún sitio en particular y al mismo tiempo todos los sitios en general. Para Potts, no hay otra manera de entender la vida que como un traslado perpetúo que lleva a comprender que el hogar que debemos explorar y comprender es nada menos que la Tierra misma.

El gran dilema: ¿turista o viajero? 

Rolf Potts ha recorrido al menos setenta países, y ha escrito sobre sus experiencias para medios importantes como el New Yorker, el National Geographic, el New York Times, The Guardian, etcétera. Entre sus muchas aventuras, se destacan un viaje en barco pesquero en Laos, recorrer todo Israel a pie, atravesar Europa del Este a dedo, y surcar el mundo por seis semanas sin equipaje de ningún tipo en un desafío que dio en llamar No Baggage Challenge.

Potts saltó a la fama por su férrea ética de mochilero independiente, que plasmó con éxito en su libro Vagabonding: An Uncommon Guide to the Art of Long-Term World Travel, que ya lleva más de treinta ediciones y fue traducido a numerosos idiomas.  Otro de sus libros, Marco Polo Dind’t Go There: Stories and Revelations From One Decade as a Postmodern Travel Writer, obtuvo el prestigioso premio Lowell Thomas, que otorga la Sociedad de Escritores de Viajes Norteamericanos. Además, Potts ha brindado conferencias en todo el mundo, por ejemplo en la Universidad de Nueva York y en la Universidad de Melbourne.

Más allá de sus impresionante carrera, lo que destaca a Potts sobre el resto de los mochileros modernos es su capacidad para reformular el nomadismo según los idearios del siglo XXI. Él mismo asegura que no revolucionó el fenómeno mochilero, sino que intenta ser una referencia para quienes entiendan los viajes como una forma de vivir en plenitud. Se trata más que nada de una ética del viaje, que a su vez lleva a una ética de la vida, y que consiste simplemente en aprovechar al máximo el tiempo que tenemos en la Tierra. Al fin y al cabo a eso se refiere Potts cuando habla de “vagabonding”; dice el autor:

vagabundear es buscar la aventura en la vida normal, y la vida normal dentro de la aventura. Vagabundear es una actitud, un interés amistoso, los lugares y las cosas que hacen de una persona un explorador en el sentido más verdadero y más vívido de la palabra”.

Esa ética lo ha llevado a cuestionar el turismo entendido como un negocio por el cual una persona o un grupo de personas se traslada a destinos lejanos con el sólo objetivo de consumir y fantasear con un modo de vida que pronto, en el regreso a sus hogares, se diluye en una rutina asfixiante que más se parece a una cárcel que a una existencia en libertad. Para Potts, viajar es ante todo un acto de humildad y de curiosidad: hay que acercarse al mundo y a lo desconocido sin preconceptos ni planes establecidos. Como puede adivinarse, esto contrasta fuertemente con, por ejemplo, los packs que la empresas piensan para los turistas, con sus traslados de un sitio a otro y con la comodidad de tener todo ya delineado y no soportar ningún tipo de sobresalto.

Sin embargo, también es crítico con la posición de los mochileros que desprecian el modo de viajar de otras personas. La preocupación del verdadero viajero no debería ser compararse con los turistas porque esto lleva a una cierta inseguridad. Dicho de otro modo: tanto los turistas como los viajeros o mochileros deberían cuestionar el rol asignado por la sociedad, porque precisamente de eso se trata en gran parte la ética del viaje. En ese sentido, Potts apunta a la arrogancia de los mochileros, quienes en sus viajes suelen comunicarse sólo con otros mochileros y así crean una especie de ghetto que los desconecta de la cultura de cada lugar. Un verdadero viajero debería tener experiencias tranquilas y enriquecedoras, lejanas la idea de ghetto, donde los lugares comunes se desarmen frente a la épica y la poesía del viaje.

En su libro Vagabonding, Potts cuenta una interesante historia:

Hay una historia que proviene de la tradición de los Padres del Desierto, que vivieron en los páramos de Egipto hace unos 1700 años. En el cuento, un par de monjes llamados Teodoro y Lucio compartían el deseo agudo de salir a ver el mundo. Sin embargo, como habían hecho votos de contemplación, esto no era algo que se les permitía hacer. Así, para saciar su sed de viajes, Teodoro y Lucio aprendieron a «burlarse de sus tentaciones» relegando sus viajes al futuro. Cuando llegó el verano, se dijeron: «Nos iremos en invierno». Cuando llegó el invierno, dijeron: «Nos iremos en verano». Siguieron así durante más de cincuenta años, sin abandonar el monasterio ni romper sus votos (…) La mayoría de nosotros, por supuesto, nunca hemos hecho tales votos, pero elegimos vivir como monjes de todos modos, arraigándonos en un hogar o una carrera y usando el futuro como una especie de ritual falso que justifica el presente”.

La utopía del mochilero y el confort de los turistas comparten la noción de ganar dinero toda la vida para luego gastarlo en un tiempo determinado de acuerdo a lo establecido por las normas de la sociedad. La imagen de postal que la mayoría tiene en mente cuando se va de vacaciones se parece más bien a una fantasía o a una utopía. Pero utopía significa precisamente “ningún lugar”, y para este viajero incansable llamado Potts es siempre mejor disfrutar de un lugar real antes que de “ningún lugar”. Se trata, en definitiva, de no limitarse a hacer un viaje, sino de aprender a que el viaje nos haga a nosotros.

Para saber más…

Si quieres saber más sobre Rolf Potts y su ética de los viajes, te recomendamos que pases por su blog: https://rolfpotts.com/blog/ Y si quieres profundizar en algunos de los conceptos mencionados, puedes mirar este excelente resumen en video: https://www.youtube.com/watch?v=iK1WgaseeAw 

Escrito por Jerónimo Moretti y Oscar Alfonzo Pereyra

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