Los griegos son una de esas civilizaciones a las cuáles siempre volvemos para buscar respuestas. Aristóteles fue uno de esos griegos que escribió sobre una enorme cantidad de temas relativos a la vida social, política y artística de la época clásica. Sus textos llegaron a ser importantes para la civilización de Medio Oriente en el que se discutía una batalla religiosa entre un Islam incipiente y un cristianismo colocado en el poder de lo que antes fue el Imperio Romano. Aristóteles se le reconoce como uno de los grandes sabios de la antiguedad. En un texto de su autoría llamado Poética toca el tema relativo al significado de las tragedias. Además de la comedia, Aristóteles identificó diferentes atributos de lo que puede considerarse como una obra trágica. La acción es uno de los elementos más importantes de la tragedia resultado de los pensamientos y costumbres de sus personajes de los cuales se determinaban las causas del éxito o el fracaso en la vida. A partir de los incidentes presentados, la meta final frente a la audiencia era provocar la compasión y el terror por el destino de sus personajes. La catarsis llega al final, cuando la muerte corona una serie de eventos desafortunados.
 
 
Aristóteles considera que los personajes que aparecen en una tragedia no deben ser extremadamente virtuosos ni muy viles. No deben pasar de la felicidad a la desdicha ni de la mala fortuna a la buena, pues no evoca temor o piedad en el espectador. La tragedia debe tener personajes con un carácter intermedio. No debe ser virtuoso ni justo en exceso. Su infortunio no es parte de su propio vicio o de su maldad. Simplemente comete un error de juicio, y lo hace después de haber vivido en una gran gloria y prosperidad. Edipo y Tiestes son algunos de los ejemplos que cita. Los personajes forman parte de una familia acomodada o hijo de reyes. El cambio en su destino empieza de un error a otro, de un pequeño infortunio a otro más grande. De la prosperidad pasa lentamente a la adversidad y sus acciones terminan llevándolo a la catástrofe. En una tragedia, la suerte cambia tanto para buenos como para malos. El hecho trágico proviene de dos personajes que fueron amigos o familiares. El hermano mata al hermano o el hijo al padre. 
 
 
El teatro griego tenía por objetivo enseñar al público algunas verdades sobre el infortunio producido por las adversidades de la vida. La tragedia en particular confrontó las «decisiones de los dioses» que tomaban caminos caprichosos y solían dar y quitar fortuna a todos los seres humanos. En términos modernos, esta es una forma poética de decir que muchas cosas que pasan en la vida funcionan de forma aleatoria. El éxito profesional que nunca llegará, la persona que amabamos nunca regresará o el negocio que jamás podrá volver a ponerse en pie. La sociedad moderna no tiene una respuesta para decirnos que el fracaso está a la vuelta de la esquina y mucho más común que el éxito perseguido por todos. Parte de las consecuencias de la modernidad y la globalización es la alta competitividad. Cada vez hay más gente que busca lo mismo que tu y está dispuesto a hacer diez veces más esfuerzo que tú para conseguirlo. O quizás al contrario, careces de información suficiente para sobresalir en un mundo en el que todos quieren tener una presencia importante de la sociedad que habitan.
 
 
 
Nuestro occidente simplemente no sabe que hacer con los perdedores. Aquellos que pululan en cada país del mundo y están resignados en muchas áreas de su vida. Su pobreza no los dejará tener muchos días de descanso, su matrimonio que terminará, tendrán ese video que los humilla en la red. Diferentes condiciones que dejan al sujeto en un estado de depresión silenciosa permanente. No importa si eres rico o pobre, la posibilidad de que los «dioses» te lleven al hoyo está ahí. Los filósofos de ahora prefieren sugerir que «lo intentemos de nuevo», «nunca nos demos por vencido» y cometamos «todos los errores hasta tener éxito». Muy pocos autores contemporáneos se han ido por el lado derrotista que la vida nos llega a plantar en la cara. Gran parte de nuestros sueños se irán con nosotros a la tumba.
 
Tenemos muchos ejemplos en el arte y la vida real. Hemos sido espectadores de la caída de personajes que alcanzaron la fama y terminaron en la ignominia. En la música tenemos a un Kurt Cobain que nunca pudo conciliar la fama con su depresión. En el cine tenemos miles de casos. Charlie Sheen, por ejemplo, pasó de ser un actor famoso a un loco con ideas extrañas sobre si mismo y una enfermedad venérea incurable. Dictadores como Saddam Hussein o Muamar el Gadafi vivieron en calidad de reyes y murieron en condiciones deplorables. Una Paris Hilton que jamás podrá sacar quitar su video sexual de la red y una Britney Spears que cayó en un abismo psicológico poco después de obtener toda la fama y el dinero del mundo.
Y así está Occidente…
 O todos los casos no documentados de personas que vemos a diario, viviendo al día, atrapados por la familia, la pobreza o un trabajo horrible y que jamás verán un mejor futuro en su horizonte.
 
La tragedia griega nos enseña que nosotros también podemos sufrir de un destino que dejará una sensación de terror y compasión de aquellos que sean testigos. Quizás nosotros no seamos ni muy virtuosos ni muy viciosos y aún así nos tocará una mala pasada, de la que quizás nuestra responsabilidad fue mínima. Una pequeña acción como casarse con la persona equivocada, mudarse a un lugar que nos convenía o tener hijos no deseados. Una persona real, con defectos y virtudes, que no necesariamente es bueno o malo está condenado a una tragedia que desembocará en una catástrofe de la que nunca podrá recuperarse.No importa la clase social, ni la raza, la nacionalidad o la ubicación geográfica. Todos estamos expuestos a la fatalidad. Se puede ser bueno y aún así fallar. 
 
 
 
El peso de nuestras acciones
 
Fallar en la vida hoy en día tiene un peso mucho mayor para el individuo. El ciudadano contemporáneo no puede argumentar que los dioses le tendieron una trampa en su destino. Algunos ocultarán sus fatalidades culpando al karma, una maldición o al castigo divino pero muy en el fondo sabrán que no hay nadie más a quien culpar más que a sí mismos. Razón por la que existen muchos casos de depresión y suicidio en la actualidad. En el medievo, un siervo era adoctrinado desde su nacimiento por la Iglesia para que comprendiera su condición social y se conformara con ella. En cambio en una sociedad moderna, cualquier persona sabrá que tiene posibilidad de mejorar sus condiciones si se lo propone.
 
Lo que los griegos nos enseñan por medio de la tragedia griega es que debemos entender a alguien que ha caído en desgracia, ya sea mostrando simpatía o comprensión por su situación. La segunda sensación, el terror, nos pone en alerta sobre nuestra propia vida. Bajo la idea de nunca querer caer en esa situación, la tragedia nos obliga a estar alertas y aceptar nuestro destino si nuestro mundo nos trae la calamidad. 
 
 
 
Un mundo de perdedores
 
Existen numerosas referencias culturales sobre este tema. En Fight Club, por ejemplo, Tyler Durden considera que la vida promedio de un hombre moderno está destinado al olvido y la esclavitud. En un speech de la película Tyler considera que los trabajadores de cuello blanco no tienen una guerra de la cual luchar ni un gran enemigo al cual vencer (refiriendose a la Segunda Guerra Mundial y a la Guerra Fría) y que hoy en día la Gran Depresión son nuestras vidas y nuestra Gran Guerra es espiritual. 
 
«Crecimos frente al televisor creyendo que un día seríamos millonarios, dioses del cine o estrellas de rock. Pero no es así, lentamente nos damos cuenta de eso… y estamos muy enojados al respecto…»
Otra referencia cinematógrafica es Little Miss Sunshine película que nos muestra la vida y aspiraciones de toda una familia que se embarca en una aventura para hacer que la hija de la familia participe un concurso de belleza para niñas. Cada personaje muestra sus aspiraciones personales e incluso uno de ellos viven dando clases de superación personal cuando en la realidad su vida no es mejor e incluso podría ser hasta más patética que la de otros.La película considera que si bien podemos ser perdedores toda la vida, la forma en que veamos el camino es lo más importante. 
 

«I’m a loser baby, so why don’t you kill me?»

Loser, Beck

 En la serie animada de Death Note también observamos una encarnada lucha de dos personajes por lograr el éxito. Por un lado, Light, poseedor de la libreta de la muerte, artilugio creado por los dioses para llevar a la muerte a cualquier persona con solo escribir su nombre. Por otro lado, L, un detective extremadamente inteligente capaz de capturar a cualquier delincuente. Uno en la búsqueda del poder total sobre la humanidad (y alcanzar el estatus de dios) y el otro traer la justicia sobre aquellos que abusan de su poder. En una ocasión, el shinigami de Light es retado por mostrar insolencia frente a Light. Este le contesta que aunque logre alcanzar la victoria sobre todos los seres humanos, al final el escribirá su nombre en su Death Note y terminará con su vida. Al igual que Ícaro, elevándose más allá de lo que su propia mortalidad podia alcanzar. Incluso el mayor logro que alcancemos, será coronado por la muerte.
 
Los perdedores también están en la literatura clásica. En la obra de El Quijote de la Mancha, el personaje principal es un hombre trastornado que ve un mundo que ya no existe. Bajo su propia locura, lo ordinario se convierte en extraordinario y la vida misma es un cuento de hadas que al final deja una sensación en el lector de que la vida, al ser incluso una mentira merece la pena ser vivída. Yo mismo experimenté esta sensación durante un tiempo que estuve viviendo en Morelia, Michoacán. Un amigo y yo nos reuniamos para superar las condiciones en las que estabamos. En la salud, la situación económica y nuestras relaciones personales. Cada día era una batalla constante contra nuestra propia condición. El día que vimos la película Zorba el Griego, sufrimos de una epifanía y entendimos que nuestro verdadero objetivo no se basaba en el éxito de lo que nos propusieramos sino en disfrutar el camino mientras lo intentabamos. 
 
Lamentablemente, no todos pensamos así. Yo mismo observé a amigos que sostenían el éxito sobretodo y la frustración o la decadencia era el resultado a largo plazo por su terquedad o falta de perspectiva amplia de la vida. Claro, eso no significa que debamos contentarnos con nuestra situación actual sino estar conscientes que la tragedia es muy común en la vida humana y habrá situaciones en las que no podremos escapar de ella.
 
 
«Vosotros miráis hacia arriba porque queréis elevaros; yo miro hacia abajo, porque ya estoy en las alturas. ¿Quien de vosotros puede reírse y al mismo tiempo estar en las alturas? Quien escala las cimas más altas se ríe de todas las tragedias, ya sean reales o ficticias. Nuestra sabiduría nos quiere valientes, despreocupados, irónicos y violentos; como mujer que es, sólo ama a los guerreros. Vosotros me decís que la vida es una carga muy dura de llevar. Pero,¿de qué os sirven vuestro orgullo por la mañana y vuestra resignación por la noche? Dejaos de blanduras: ¡pues claro que la vida es una carga muy dura de llevar! Para eso somos todos unos burros y unas burras, robustos y sufridos. ¿Que echa a temblar una gota de rocío? Realmente amamos la vida, no porque estemos habituados a ella, sino porque estamos acostumbrados a amar. En el amor hay siempre un poco de locura, pero también hay siempre un poco de razón en la locura» Primera parte, Del leer y el escribir. Friedrich Nietzsche

Escucha el podcast de Rebelión Antigua sobre perdedores en Spotify, iTunes y TuneIn o directamente desde la página:

 

 

 

 

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

One reply on “Perdedores y héroes trágicos: La verdad sobre el destino de nuestras vidas”