Entender la dimensión de una cultura nos toma muchos años de estudio. La forma en la cual se han modificado los valores morales y comportamientos de toda una sociedad no pueden ponerse en duda sino se conocen. Para lograr conocer estos valores necesitamos realizar una «arqueología» del conocimiento como diría Foucault para poder descifrar de donde proceden nuestros juicios morales. Hablando específicamente de Occidente, que homogenizó la forma de interpretar el mundo ¿de donde proceden estos valores y cuales han sido las consecuencias para la humanidad el seguirlas?
Frederich Nietzsche, uno de los filósofos más reconocidos y estudiados en la actualidad dedicó gran parte de sus escritos al estudio de la moral. En los tiempo de Nietzsche no se había hecho grandes investigaciones respecto al origen de estos. Nietzsche tomó referencias de Paul Rée quién en su tiempo también había hecho indagaciones sobre el origen de la consciencia moral. Muchos de esos trabajos sirvieron de base para los cuestionamientos que Freud que haría años después.
El guerrero era por excelencia el sinónimo de Bueno

El cambio de valores de la sociedad pagana a la cristiana

El cristianismo fue amo y señor de la sociedad tras la caída de la Roma antigua y pagana. El asesinato de Hipatia es un hecho que podría ser símbolo de la caída de la razón derivada de los griegos y el inicio de la Roma Judea que implanta su forma de ver el mundo. No solo la razón queda opacada durante el oscurantismo sino también la moral romana y la de los pueblos antiguos en general. Nietzsche comprende este cambio de actitud ante la vida y se dispone a analizarlo utilizando sus conocimientos filológicos y la etimología como herramienta de análisis de los conceptos derivados de la moral. Su descubrimientos quedan plasmados en sus libros, especialmente en La Genealogía de la Moral, en donde el filósofo desentraña la percepción social del concepto BUENO, MALO y MALVADO.
La caída de Roma fue también espiritual
La caída de los valores aristocráticos
«¿En que condiciones se inventó el hombre esos juicios de valor que son las palabras bueno y malvado?, ¿y que valor tienen ellos mismos? ¿Han frenado o han estimulado hasta ahora el desarrollo humano? ¿Son un signo de indigencia, de empobrecimiento, de degeneración de vida? ¿O, por el contrario, en ellos se manifiestan la plenitud, la fuerza, la voluntad de vida, su valor, su confianza, su futuro?»

La llegada del cristianismo trajo una nueva forma de ver la vida. Los juicios de valor caballeresco como los nombre Nietzsche predominaban anteriormente, estos juicios de valor consideraban la constitución física poderosa, la salud floreciente, rica y desbordante como la vida aristocrática, aquella que se alimenta de guerras, aventuras, caza, danza, peleas y en general todo lo que la actividad fuerte, libre, regocijada lleva consigo. Actualmente podemos observar películas como Beowulf o series como Spartacus en donde los valores morales apreciados están intrínsecamente relacionados con la fuerza, el poder y la voluntad de disfrutar la vida. En el primer caso, Beowulf constituye uno de los pocos legados antiguos de los pueblos anglosajones que demuestran otra forma de observar la vida. Estos valores eran muy similares entre pueblos precristianos de Europa.

El sacerdote siendo débil, modifica el concepto de Bueno

Con la llegada de los valores de vida judíos, un pueblo netamente sacerdotal, la inversión de valores comienza su masificación con la instauración del cristianismo como religión oficial. Los sacerdotes como menciona Nietzsche:

se han atrevido a invertir la identificación aristocrática de valores (bueno = noble = poderoso= bello=feliz) y han mantenido con los dientes del odio más abismal (el odio de la impotencia) esa inversión, es decir comienzan a predicar lo contrario «¡Los miserables son los buenos; los pobres; los impotentes, los bajos son los únicos buenos; lo que sufren; los indigentes, los enfermos, los deformes son también los únicos piadosos, los únicos benditos de Dios, únicamente para ellos existe bienaventuranza, en cambio ustedes, ustedes los nobles y violentos, ustedes son, por toda la eternidad, los malvados, los crueles, los lascivos, los insaciables, los ateos, y ustedes serán también eternamente los desventurados, los malditos y los condenados!…
Según los cristianos estos son los Buenos
Los sacerdotes modifican con el paso del tiempo el significado de la palabra BUENO y lo interpretan de forma que mejor convenga a sus intereses. Siendo ellos, los débiles, tienen que justificar su debilidad convirtiéndola en decadencia. Así pues, los oprimidos, los pisoteados, los violentados, por venganza y astucia propia de su impotencia se declaran como los que son buenos, y todos aquellos que no violentan, que no ofenden a nadie, que no atacan, que no saldan cuentas, aquellos que remiten la venganza a Dios y exigen poco de la vida, todos estos se convierten en sinónimo de buenos.Para Nietzsche todos estos nuevos atributos degeneran la vida, la niegan y la oprimen. La batalla entre Roma y Judea terminó en un triunfo para los judíos, pues como dice Nietzsche:

¿Qué es lo que los judíos sentían, en cambio, contra Roma?, Se lo adivina por mil indicios; pero basta con traer una vez más a la memoria el Apocalipsis de Juan, la más salvaje de todas las invectivas escritas que la venganza tiene sobre su conciencia. (Por otro lado, no se infravalore la profunda consecuencia lógica del instinto cristiano al escribir cabalmente sobre este libro del odio el nombre del discípulo del amor, del amor, del mismo a quien atribuyó aquel Evangelio enamorado y entusiasta-: aquí se esconde un poco de verdad, por muy grande que haya sido también la falsificación literaria precisa para lograr esa finalidad.) Los romanos eran, en efecto, los fuertes y los nobles; en tal grado lo eran que hasta ahora no ha habido en la tierra hombres más fuertes ni más nobles, y ni siquiera se los ha soñado nunca; toda reliquia de ellos, toda inscripción suya produce éxtasis, presuponiendo que se adivine qué es lo que allí escribe. Los judíos eran, en cambio, el pueblo sacerdotal par excellence, en el que habitaba una genialidad popular- moral sin igual: basta comparar los pueblos de cualidades análogas, por ejemplo, los chinos o los alemanes, con los judíos, para comprender qué es de primer rango y qué es de quinto. ¿Quién de ellos ha vencido entre tanto, Roma o Judea? No hay, desde luego, la más mínima duda: considérese ante quién se inclinan hoy los hombres. en la misma Roma, como ante la síntesis de todos los valores supremos, – y no sólo en Roma, sino casi en media tierra, en todos los lugares en que el hombre se ha vuelto manso o quiere volverse manso, – ante tres judíos, como es sabido, y una judía (ante Jesús de Nazaret, el pescador Pedro, el tejedor de alfombras Pablo, y la madre del mencionado Jesús, de nombre María).  Esto es muy digno de atención: Roma ha sucumbido, sin ninguna duda.

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