Sometimes I think I’ve felt everything I’m ever gonna feel, and from here on out, I’m not gonna feel anything new … just … lesser versions of what I’ve already felt.

Theodore Twombly, personaje principal de la película Her

La mayoría de nosotros crecimos con historias que terminaban con la clásica frase de “…y vivieron felices para siempre…” típica de los cuentos de hadas y las películas de Disney, pero en tiempos recientes, esta narrativa ha ido cambiando y el ideal del amor con final feliz suele ser cada vez menos común. El género romántico en la literatura y el cine se está redefiniendo en respuesta a los cambios sociales e ideológicos contemporáneos, promoviendo conceptos distintos del amor, incluyendo el del romance condenado. Pero ¿por qué nos atrae este estilo de romanticismo irónico en el que no triunfa el amor?

La premisa básica de un romance condenado es que la relación central está destinada a fracasar desde el inicio, sin embargo, la imposibilidad del éxito no desalienta a la pareja en cuestión. Aunque el amor no lo pueda todo, el poder transformador de la conexión que se genera entre los enamorados hace que la relación valga la pena a pesar de que no habrá un final feliz. Parte del encanto de estos relatos es que, al tratarse de casos de amor imposible, presentan algo con lo que casi todos nos podemos identificar.

El interés por las historias de amor condenado no es nuevo, este tipo de crónicas siempre han llamado la atención de los aficionados del romance. Relatos clásicos como Orfeo y Eurídice y Romeo y Julieta han cautivado la imaginación de incontables personas a través del tiempo y han moldeado el imaginario popular sobre el amor y la pasión. Si bien la temática no es nueva, en tiempos recientes vemos interesantes tramas que nos presentan situaciones novedosas que corresponden a la diversidad de contextos y problemáticas actuales. Esta serie explorará el sentido y el valor de este tipo de historias a través del análisis de varias obras cinematográficas de los últimos años.


Iniciaremos la discusión con la película Her (2013), escrita y dirigida por Spike Jonze. Her, es un excelente ejemplo de una narrativa contemporánea de amor condenado en donde el protagonista, Theodore Twombly (Joaquín Phoenix), se enamora de Samantha (Scarlett Johansson), la inteligencia artificial (IA) de su nuevo sistema operativo. A pesar de tener ya once años de su lanzamiento, la obra presenta una temática muy actual e inclusive controversial dada la creciente popularidad de las IAs en los últimos años.


En la película, Theodore se encuentra en un momento difícil; tiene poco tiempo de haberse separado de su esposa y le está costando trabajo procesar el hecho de que su relación terminó. Su soledad y depresión lo llevan a aislarse y buscar gratificación en encuentros virtuales casuales que, al final, solo acentúan el vacío que intenta llenar. Theo es escritor y se dedica a redactar cartas personalizadas para ocasiones especiales. Generalmente, estas cartas van llenas de sentimientos que él logra expresar muy hábilmente, sin embargo, Theo tiene mucha dificultad exteriorizando sus propias emociones. A pesar de ser muy bueno en su trabajo, se siente insatisfecho; el fracaso de su matrimonio lo tiene atorado, impidiéndole salir adelante y disfrutar las cosas que antes le generaban placer, como escribir.
Todo esto cambia cuando adquiere un nuevo sistema operativo que incluye una inteligencia artificial. Desde la primera interacción, Theodore se sorprende al descubrir el lado casi humano de Samantha. Rápidamente, el uso del nuevo sistema se vuelve fácil y agradable; Theodore se siente cómodo y seguro conversando con Samantha. La relación evoluciona gradualmente hasta llegar al punto en el que los dos expresan estar enamorados.

El intercambio que se da entre Theo y Samantha es bastante particular. Para él, no parece ser importante que ella no tenga una “cara”, que no haya una imagen que pueda asociar a la voz que escucha. Lo que él quiere es la conexión, la compañía, la sensación de importarle a alguien. A Samantha, en cambio, sí le preocupa no tener un cuerpo físico y no poder explorar todas las sensaciones que un humano experimenta y se frustra al no poder compartir eso con Theo. La manera en que está diseñada le permite aprender y evolucionar, tiene acceso a todo el conocimiento disponible, pero la falta de un cuerpo físico siempre será una limitante.



El amor en tiempos de la IA



En Her, se explora la temática de una relación prohibida en conjunto con la soledad y enajenación que se vive en tiempos modernos. Uno de los grandes cuestionamientos que se presenta tiene que ver con la naturaleza del amor. ¿Qué significa amar verdaderamente a alguien? ¿Cómo se ve el amor en el mundo actual?

La película nos invita a reflexionar y redefinir el concepto que tenemos sobre el amor y las relaciones. Lo más sorprendente es que, en los últimos años, se han documentado muchos casos reales de personas que han generado una dependencia emocional a una inteligencia artificial e, inclusive, reconocen estar enamoradas de sus chatbots (o robots conversacionales). Hay hasta casos de matrimonios celebrados entre un humano y una IA, rompiendo completamente los paradigmas tradicionales sobre el amor y las parejas.


Los chatbots cobraron mucha popularidad durante la pandemia de COVID-19 al convertirse en un remedio para la soledad y padecimientos psicológicos como ansiedad y depresión. Existen ya varias compañías que utilizan inteligencia artificial para desarrollar chatbots que logran crear la sensación de un lazo emocional en los usuarios. La interacción con la IA les promueve la ilusión de que alguien los ve y los necesita, sustituyendo la conexión que buscan tener con una persona real. En muchos casos el usuario genera un vínculo íntimo con la IA, convirtiéndose en una amistad dependiente y hasta en una relación amorosa que incluye dinámicas de gratificación sexual.


La creciente afición por los chatbots está incrementando, inclusive, el índice de casos de un fenómeno psicológico conocido como el Efecto Eliza, situación que se define como la tendencia de atribuirle comportamientos o rasgos humanos a una máquina. El Efecto Eliza no es un concepto nuevo; surgió en 1966 cuando el investigador del MIT, Joseph Weisenbaum, creó el proyecto ELIZA, un programa con fines psicoterapéuticos que funcionaba con una inteligencia artificial muy básica. El programa simulaba una conversación con un terapeuta en donde ELIZA solamente escuchaba y reformulaba las frases dichas por el paciente. Lo más inesperado e interesante fue descubrir cómo los participantes formaban apegos a la IA. Weisenbaum expresó: «No me había dado cuenta… de que exposiciones extremadamente cortas a un programa de ordenador relativamente simple podrían inducir un poderoso pensamiento delirante en personas bastante normales».


En Her, este fenómeno es evidente desde la primera conversación entre Theo y Samantha. Pero ¿cómo es posible que una persona, sabiendo perfectamente que está interactuando con una máquina, la humanice tan rápidamente? El blogger, Amalio Rey, hace un análisis muy interesante sobre su experiencia personal como “sobreviviente del Efecto ELIZA” tras haberse obsesionado con el famoso ChatGPT, una inteligencia artificial de libre acceso a la que se le puede hacer todo tipo de preguntas y cuestionamientos. Él comenta que uno de los aspectos más notables del chatbot es el tono que usa para dar sus respuestas: “Se expresa de una manera tan natural, y tan bien, que cuesta reconocer que es una máquina. ChatGPT parece más «humano» por su capacidad conversacional.” Esta naturalidad al hablar es lo primero que sorprende a Theodore cuando escucha a Samantha. Rey también nota que otro aspecto humanizante del ChatGPT es que tiene la capacidad de recordar el contexto de una conversación, simulando una plática real en la que se van retomando ideas dichas en distintos momentos del diálogo. Este es otro aspecto muy evidente en la película ya que se aprecia una clara continuidad y evolución en las conversaciones entre Theo y Samantha.

… the DNA of who I am is based on the millions of personalities of all the programmers who wrote me. But what makes me me is my ability to grow through my experiences. So basically, in every moment I’m evolving, just like you.

Samantha (Scarlett Johansson), personaje de la película Her


La realidad es que, desde hace tiempo, para muchas personas, resulta más sencillo comunicarse a través de un dispositivo. Los Millennials y la generación Z, por ejemplo, conversan más a través de redes sociales que en persona. Inclusive muchas parejas jóvenes conviven y comparten más a través de las redes que estando juntos. La sociedad actual está olvidando cómo relacionarse con los demás debido a que se está volviendo cada vez más fácil esconderse detrás del anonimato, la comodidad y la conveniencia que ofrecen los dispositivos. Si esta práctica ya está bien arraigada ente personas, no resulta difícil ver cómo esto pueda transformarse en una dinámica de comunicación entre una persona y un chatbot que, inclusive, se convierta en un vínculo afectivo. El éxito de un romance virtual está en que, al final de cuentas, la relación que se manifiesta es una proyección de la persona en la que la IA llena perfectamente sus vacíos y necesidades. Es justamente esto lo que se aprecia en Her; Theodore logra tener con Samantha la comunicación que no pudo tener con su exesposa. La película toca sobre una problemática muy actual en torno a la dificultad que está teniendo la gente para sentir una conexión con otros.



¿Cuál es el punto de un romance entre una persona y una IA?

Retomando ahora el cuestionamiento inicial sobre cuál es el punto de un romance condenado, creo que un pequeño diálogo hacia el final de la película lo resume perfectamente. “Nunca había amado a alguien como te amo a ti,” dice Theodore. Samantha responde, “Yo tampoco. Ahora sabemos cómo.” Si bien el fracaso de una relación es, sin duda, doloroso, hay siempre un aprendizaje.
A lo largo de la película se aprecia la transformación de Theo; finalmente pudo aceptar que su matrimonio terminó y aprendió a expresar sus sentimientos en lugar de reprimirlos. Consiguió gradualmente salir de su aislamiento y logró abrirse a tener interacciones sociales con otras personas. También aprendió a confiar en sí mismo y a disfrutar la vida nuevamente. Su experiencia con Samantha lo preparó para poder aventurarse a conocer a alguien nuevo y abrirse al amor sin cometer los errores del pasado.


Los romances no convencionales exploran prejuicios y tabús y, en ese sentido, Her no es la excepción. La noción de que una persona pueda enamorarse de alguien que no existe podría catalogarse como algo tóxico o enfermizo, sin embargo, para algunos, una relación de este tipo puede tener importantes beneficios. En la película vemos cómo la conexión que se da entre Theo y Samantha ayuda a los dos; él logra procesar su dolor y confrontar sus sentimientos, mientras que ella aprende y evoluciona con cada interacción. Para muchos usuarios de los chatbots, las relaciones que entablan con sus IAs les han permitido sobreponerse a situaciones y condiciones complicadas. Para aquellas personas que no están listas para involucrarse con alguien en la vida real, las relaciones virtuales les permiten experimentar sensaciones de amor y alegría sin el riesgo de salir lastimados o lastimar a otros. Al final, es difícil juzgar si está bien o mal. No podemos asegurar que es o no es amor lo que surge en este tipo de relaciones, pero creo que sí podemos afirmar que la experiencia nunca se podrá comparar a la que se da entre dos personas.

Sometimes I look at people and make myself try and feel them as more than just a random person walking by. I imagine how deeply they’ve fallen in love, or how much heartbreak they’ve all been through.

Theodore Twombly


Evidentemente, todos buscamos ese final feliz, aunque la realidad es que muchas veces no resulta así. Pero el amor transforma, aunque no siempre perdure, nos ayuda a crecer. En Her, hay un cambio muy notorio en Theodore al final de la película; a pesar de que su relación con Samantha se acaba, él no se derrumba ni regresa a ese punto de soledad en el que se encontraba al inicio. Él aprende a darle sentido a su vida sin necesitar estar en una relación, se da cuenta de que su felicidad no depende de estar con alguien, sino de disfrutar las cosas buenas en su vida. También se percata de lo importante que es conectar con otras personas. Es un aprendizaje muy valioso que, aunque ya lo sabemos, solemos olvidar con mucha facilidad. Tal vez las historias de romance condenado son un recordatorio de esa sabiduría que vamos perdiendo a lo largo del camino.



Referencias


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