En el mundo moderno todo tiene que ser rápido, ahora, instantáneo. La filosofía como tal se ha ido olvidando e incluso pocos estudiantes piensan en seguir una carrera universitaria relacionada con la filosofía. De la misma manera la gente común no sigue ya a los grandes filósofos de siempre, y parece que al nombrarlos no se recuerde más qué dijeron o qué teorías desarrollaron. En vez de ellos toda una horda de autores de “autoayuda” llenan las librerías con manuales de fácil lectura, donde dicen explicar las claves del éxito, del amor, de la abundancia, en fin, de la felicidad.
Lastimosamente muchas veces estos manuales provocan simplemente una frustración generalizada en sus lectores, y los únicos en ser más felices y más ricos terminan siendo sólo sus autores. Por eso creo que sea importante recordar a grandes autores que hayan desarrollado enteras teorías con un tema tan recurrente como el de la felicidad, y quién mejor que Nietzsche para explicarlo.

1.    La felicidad más allá del sueño americano
Nietzsche hablaba del “hombre domesticado”, quién tenía el único objetivo de vida avanzar un grado más en la escala socioeconómica, ganar igual o un poco más de dinero que su padre y dar una mejor educación a sus hijos de la que había recibido, o sea “el ideal por defecto de una época en decadencia”, el ideal de nuestros días. Prácticamente desde que nacemos nos dicen todas estas cosas, que hay que estudiar, casarse, tener hijos, una casa, un auto y así seremos felices.
Para el autor alemán, la felicidad era mucho más que eso, no era un fin, sino un efecto secundario, podemos ser felices solamente como consecuencia de algo más, algo mucho más importante, un fin superior. Somos felices cuando realizamos un proyecto, cuando superamos un obstáculo o aumentamos nuestro poder para llegar a un lugar superior. Pero la felicidad verdadera se consigue cuando nuestro fin es algo más alto que todo lo que vemos o conocemos. Si aspiramos a la felicidad como tal, encontraremos simplemente una felicidad mezquina, sin sabor, efímera. Si queremos ser felices para sentirnos bien o mejor, este sentimiento desaparecerá casi instantáneamente.
En su gran obra “El Anticristo” encontramos la definición de felicidad más precisa:
¿Qué es bueno? Todo aquello que eleva nuestro sentimiento de poder, la voluntad de poder, el poder mismo en el hombre.

¿Qué es malo? Todo aquello que se origina en la debilidad.

¿Qué es la felicidad? El sentimiento de cómo crece el poder, de vencer una resistencia. […]
2.    La felicidad y la envidia
Otro análisis importante de Nietzsche es sobre la envidia, y como la envidia impide llegar a la felicidad y corroe el alma. La envidia se desarrolla de muchas maneras, la más conocida es la envidia material, porque vemos que nuestro vecino tiene un auto más nuevo, una casa más grande, joyas o más dinero que nosotros, entonces nos vemos atacados por pensamientos negativos hacia esa persona y creemos que no se “merezca todo ello”. La envidia está profundamente relacionada con el odio, y la felicidad, profundamente relacionada con el amor. Por lo que, cuanto más envidia sintamos por los demás, más lejos estaremos de ser felices.
3.    El hombre moderno
Y aquí encontramos al hombre moderno, a nosotros mismos, humillados y condicionados por un sistema impuesto, pero que aceptamos sin decir nada, ¿cuándo es que nos despertaremos y volveremos a ser felices sin sentir ninguna culpa por nuestro poder, fuerza o salud, ni ningún sentimiento de envidia por los demás?
Es aquí donde nos quedamos a mitad camino, es aquí donde poner en práctica conceptos teóricos se demuestra difícil o imposible, pero no tendría que ser así. Tenemos que crearnos metas grandes y objetivos altos, no quedarnos en las simples cosas materiales, en el sueño americano, en lo que escuchamos de la sociedad, lo que vemos en la televisión, lo que nos dijeron nuestros padres o lo que hacen nuestros amigos.

La felicidad del envidioso no es verdadera felicidad, en el momento que nos compramos el último smartphone pero inmediatamente queremos el siguiente, hay algo que no está bien. Tenemos que ir más allá, el ideal verdadero consiste en una meta a conquistar, en un objetivo concreto de alcanzar y aquí si radica la felicidad.

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