
La batalla más significativa en la vida de Alejandro Magno fue la de Gaugamela, en el 331 a.C. Alejandro había sido designado rey luego de la muerte de su padre 5 años antes en el 336 a.C. quien había formado Liga de Corinto (integrada por todas las ciudades griegas excepto Esparta) y que había decidido declarar la guerra al Imperio Persa.
En estos pocos años de reinado, Alejandro había acumulado una experiencia militar y política que otros líderes de su tiempo no podrían ni siquiera soñar, había ganado en la batalla de Gránico y también la batalla de Issos contra Darío III rey de los Persas, conquistando los territorios de la actual Siria y fundando Alejandría.
Darío había logrado reunir todo un nuevo ejército después de la derrota de Issos, y fue en Gaugamela, en lo que hoy es Al-Shikhan, Irak, donde se libraría su última batalla. Darío había escogido este lugar con mucha atención porque quería una llanura lo más limpia y grande posible, para aprovechar su ventaja numérica.
Dejando a un lado los relatos históricos originales que tendían a exagerar el número real de cada ejército, se calcula que los persas tenían alrededor de 90.000 soldados contra los 45.000 griegos, macedonios y demás aliados liderados por Alejandro. La diferencia era importante, y por ello Darío insistía en un terreno de batalla que le permitiera exprimir al máximo esta ventaja, incluso hizo aplanar el terreno donde se tendría la batalla y limpiar cualquier imperfección, de modo tal que se pudieran ver perfectamente los movimientos del enemigo y que Alejandro no usar ninguna imperfección geográfica natural a su favor.
Darío sabía que una derrota significaría el fin de su Imperio y muy probablemente de su propia vida, por lo cual justo antes de la batalla hizo una última oferta de Paz a Alejandro: la mitad del Imperio Persa a cambio de que Alejandro detuviera su invasión y se retirara a Macedonia. Alejandro se negó, y pocas horas después el destino le daría la razón.

La Batalla, formaciones y estrategia
Las formaciones iniciales de Alejandro disponían una división de su ejército en dos mitades, el flanco izquierdo dirigido por Parmenio y el flanco derecho dirigido por Alejandro, con respectivos grupos de caballería a cada lado. En el centro se disponían las Falanges principales, y en el fondo un último grupo auxiliar de Falanges preparados para cualquier eventualidad táctica en la batalla.
Del lado Persa la formación era más tradicional con dos líneas dispuestas perfectamente una delante de la otra, Darío se situó justo en el centro detrás de la mejor selección de su infantería, a su derecha dispuso la caballería y una guardia especial, a su izquierda otro grupo de caballería liderado por Besso y su infantería.
Para iniciar la batalla Alejandro decidió atacar el flanco izquierdo Persa para confundir al enemigo y provocar una ruptura de líneas, inmediatamente Darío respondió con sus carros armados contra la formación de Falanges central de los macedonios, en el último momento la formación se abrió y cuando parecía que los persas habían logrado romper las líneas enemigas, cada uno de los falangistas preparó sus jabalinas y las lanzó contra los Persas causando daños significativos, en pocos segundos habían eliminado toda la formación Persa. Los persas no sabían que los grupos de falangistas no eran solamente buenos en sus formaciones de infantería sino que eran también excelentes tiradores.
Los primeros movimientos provocaron una apertura en el centro de la formación persa y Alejandro atacó enseguida dirigiéndose exactamente donde estaba Darío, quien una vez más escapó con su guardia personal. Pero la batalla no terminó aquí, ya que un grupo muy fuerte de caballería persa se quedó en el campo de batalla y estaba ganando ventaja contra la formación de Parmenio, en ese momento Alejandro decidió dejar escapar a Darío y ayudar a los suyos, mandó a la escuadra de Falanges de auxilio y así logró vencer la última resistencia persa.

Decisiones importantes y enseñanza de Alejandro.
El saldo final de muertes fue grandísimo, con 45.000 persas y 5.000 macedonios caídos en acción. Luego de vencer Alejandro continuó su avanzada y persiguió a Darío hasta que al año siguiente en el 330 a.C. éste fuera asesinado por Besso, su proprio comandante. Alejandro ordeno la captura del asesino y su decapitación, y rindió homenaje a Darío en una gran ceremonia en Persépolis, la capital ceremonial original del Imperio Persa.
El gran Imperio Persa muere junto a Darío y comienza así la avanzada de Alejandro hacia extremo oriente donde se convertiría en Emperador de todo el mundo conocido por el hombre hasta entonces.
Algunas de las más importantes enseñanzas de Alejandro en esta batalla las tenemos antes de la misma, cuando Alejandro se niega a aceptar un acuerdo pacífico para evitar el encuentro. Es siempre mejor llevar nuestros propios objetivos hasta el final, y si de verdad estamos convencidos de algo, hay que dar todo por ello, sin aceptar medias recompensas o compromisos que vayan en contra de nuestros ideales y convicciones.
El movimiento de retroceso en el final de la batalla para ayudar al General Parmenio es otro ejemplo a seguir, que si bien nuestros objetivos deben ser ejecutados hasta el final, no por eso deben ser realizados a cualquier costo. Hay valorar bien cada situación y lo que hoy puede parecer una derrota, mañana nos llevará a la victoria.
Y al final de la historia cuando Darío muere, Alejandro nos deja una última lección, aquella de honrar a nuestros enemigos, y cómo es incluso más importante ser un buen ganador que un buen perdedor, y que el respeto a nuestros adversarios es algo que nunca debemos perder, incluso cuando los hemos derrotado.
Videos relacionados:
Estrategia y movimientos de la batalla: http://www.youtube.com/watch?v=sSINOnSsURI
Discurso de Alejandro antes de la batalla: http://www.youtube.com/watch?v=jdli1X5UYKU