
Napoleón Bonaparte es uno de los grandes estrategas militares más famosos y admirados de la historia. Heredero de un ejército curtido por la Revolución Francesa, Napoleón supo construir su imperio a base de innovación, planeación y genialidad.
Al estallar la Revolución Francesa en 1789, Bonaparte tenía 20 años y ocupaba el puesto de oficial de artillería; pero no fue hasta su aplastante victoria sobre Austria en 1796-1797 que se distinguió como un brillante general. En 1799, abandonó su ejército en Egipto para regresar a Francia y ocupar el cargo de Primer Cónsul tras un golpe de estado, iniciando así su carrera política. Se declaró emperador en 1804 y bajo su mandato el ejército francés, conocido como la Grande Armée o Gran Armada, se convirtió en el más letal de Europa.
Napoleón contaba con un equipo de oficiales y soldados veteranos de la Revolución cuya experiencia permitió que, para 1807, el emperador hubiera logrado someter a todos sus enemigos continentales. Manteniendo siempre una moral alta, el liderazgo inmejorable de la Gran Armada, combinado con las tácticas napoleónicas, crearon la fórmula perfecta para el éxito. El buen uso del terreno, la superioridad en números de su ejército y el excelente uso de su potencia de fuego hacían de la Grande Armée un rival sin igual.

La estrategia de Napoleón se basaba en el uso efectivo de velocidad, maniobra, potencia de fuego, shock y persecución del enemigo. Contaba con espías para obtener inteligencia y planeaba todos los detalles de la campaña para asegurar la victoria. La Grande Armée tenía tres objetivos: abrumar a las tropas rivales en el campo de batalla, tomar la capital del enemigo y, con su velocidad de ataque, impedir que éste obtuviera apoyo de sus aliados. Bonaparte desarrolló dos estrategias principales que empleaba dependiendo de las características del oponente. La primera estaba diseñada para derrotar a un rival con ejército más numeroso y su táctica se centraba en dividirlo y eliminar primero a una parte y luego a la otra. Si él contaba con el ejército superior entonces la táctica era rodear completamente al enemigo y dejarlo aislado de toda comunicación con sus bases.
Además de su genialidad militar en el campo de batalla, el gran éxito de Napoleón se debía a una combinación de habilidades políticas y sociales. Para empezar, él personificaba el Estado francés y controlaba la política exterior. Asimismo, canalizaba las pasiones del pueblo a favor de sus objetivos, lo cual le brindaba la popularidad, el respeto y el apoyo necesario para mantener el imperio.
Durante los siglos XVI y XVII, la manera de hacer guerra se caracterizaba por ser formal y estilizada. Este tipo de encuentro era limitado y se enfocaba en conseguir objetivos modestos y precisos a un bajo costo. Los ejércitos del antiguo régimen que había gobernado a Europa durante siglos se componían de mercenarios y soldados contrariados con un liderazgo a cargo de aristócratas poco entrenados. Las batallas no solían ser decisivas ya que predominaba la idea de mantener el balance de poder entre las potencias; ninguna nación podía tener más que las otras. Pero todo este sistema cambió con el estallido de la Revolución Francesa y la llegada de Napoleón.
Hubo varios factores que permitieron que Francia desarrollara una fuerza militar superior a la de los demás países. La nacionalización de la guerra fue un punto clave ya que la política de levée en masse implementada en 1793 requería que todo el pueblo participara en el esfuerzo. La levée en masse logró que la guerra se convirtiera en una parte relevante de la vida de cada ciudadano, incluyendo mujeres, niños y ancianos, ya que todos tenían un papel que desempeñar. Esto contrastaba con las políticas de las otras potencias que solo reclutaban hombres que no se dedicaran a trabajos agrícolas. La levée en masse permitió así que el ejército francés lograra contar con la impresionante cantidad de 700,000 hombres, rebasando por mucho el número de soldados de los ejércitos enemigos. El tamaño de su ejército le permitía, además, sufrir grandes pérdidas y aun así seguir luchando de manera efectiva.
Otro aspecto de gran relevancia fue la manera de organizar y entrenar a las tropas. La Revolución había dejado un buen número de veteranos entrenados y con experiencia. Los nuevos reclutas eran colocados en unidades con algunos veteranos y estos últimos los iban entrenando sobre la marcha. Los soldados más inexpertos eran concentrados en grupos grandes que desempeñaban funciones en donde solo requerían tener el entrenamiento más básico.
Uno de los retos de tener un ejército de gran tamaño era su movilización. La Grande Armée resolvió esto dividiendo a las unidades grandes en grupos más pequeños denominados brigadas que avanzaban por diferentes caminos y se reunían en el campo de batalla. De esta manera el ejército francés se volvió más ágil, veloz y flexible que los contrarios.
Finalmente, el liderazgo innovador de la Grande Armée fue otro punto que la colocaba en una categoría aparte. Los oficiales franceses no eran simplemente tomados de la aristocracia, sino que venían de un sistema de méritos en donde eran elegidos por su experiencia y creatividad. En contraste, los ejércitos de las potencias como Prusia, Rusia y Austria tenían un liderazgo dividido que no contaba con la experiencia y preparación necesaria para entrar en batalla con la Grande Armée. Además, no empleaban las nuevas tácticas de guerra del oponente, lo cual le dio gran ventaja al ejército napoleónico durante años.

Dos de los escritores más reconocidos de guerra y estrategia contemporáneos a Napoleón, expresaron claramente su respeto y admiración por él. Jomini lo comparaba con César y Alejandro Magno, mientras que Clausewitz lo consideraba el dios de la guerra. Sin embargo, su impresionante secuencia de triunfos estaba por llegar a su fin. Eventualmente, los ejércitos rivales adoptaron las estrategias de Napoleón y emparejaron la balanza. Las potencias se unieron en coaliciones cada vez más fuertes y derrotarlas resultaba cada vez más difícil. Pero el error más grande de Bonaparte fue pelear en más de un frente de guerra a la vez. El exceso de confianza lo llevó a dividir su ejército y luchar contra España y Rusia, situación que marcó el inicio de su derrota.