«El COVID-19 ha cambiado para siempre la forma en que entendemos el trabajo, la educación y nuestras interacciones sociales.»

Shoshana Zuboff, autora de The Age of Surveillance Capitalism.

Todo lo que pase en la tercera década del siglo XXI será derivado del tercer mayor evento de escala global que llevamos en este siglo. La pandemia definió la economía, las nuevas relaciones geopolíticas y las nuevas relaciones interpersonales. Creamos o no, la gente ha modificado sus «hábitos sociales» después de la pandemia. Ahora ha incorporado nuevos elementos y eliminado otros. De forma global, la soledad se ha apoderado de la modernidad. Las nuevas generaciones ya incorporan este elemento disruptivo histórico en diversas actitudes tanto personales como colectivas.

Una de las primeras consecuencias es la falta de interés por asistir a lugares sociales que anteriormente eran muy populares entre jóvenes. Los antros y centros nocturnos han reducido significativamente su demanda en la generación Z, esto no solo por la falta de interés sino por la creciente inflación que se desató después de la crisis sanitaria. La gente joven hoy no cree que sea muy saludable ir a un lugar a ponerse borracho y bailar con otras personas. En su lugar se han volcado por salidas a restaurantes, festivales musicales o simplemente negarse a salir los fines de semana.

Además de los cambios en la sociabilidad también observamos un enorme avance en la digitalización de la vida cotidiana. Millones de negocios tuvieron que incorporar en sus servicios la modalidad «en línea» para que pudieran seguir percibiendo ingresos. Por una parte fue positivo debido a que los pequeños negocios actualizaron sus canales de venta mientras que otros negocios más grandes y tradicionales se vieron en la necesidad de invertir o morir (léase el caso de Liverpool en México)

Tomar clases en línea, trabajar de manera remota u organizar una fiesta virtual ya son formas comunes de la cotidianidad de las personas y es ahora, cuatro años después, que la vida pareciera haber regresado a la normalidad. Aunque la enfermedad no desapareció, la gente ya no se resguarda en su casa si existe un aumento en el número de contagios. Lo que se quedó fueron las formas virtuales de vivir sin necesidad del contacto físico. ¿Qué más nos ha dejado esta pandemia?

Using face mask while working with laptop in the office. High quality photo

El aislamiento

Uno de sus mayores legados, además de los mencionados anteriormente, son las consecuencias psicológicas del aislamiento. Con una similitud muy grande con el encierro en la cárcel, los sujetos generan una sensación de desesperanza, tristeza, y depresión. Experimentamos el deseo de seguir con nuestra vida vida de una forma que pudiera sentirse algún tipo de continuidad a la que tuvimos anteriormente. La actividad es uno de los elementos constitutivos de la modernidad. Sin actividad, no existe progreso ni crecimiento de capital según Byung-Chul Han. Este enorme freno de la hiperactividad social se ve obligada a volcar toda su atención al mundo digital. La única esperanza por retomar parte de la normalidad perdida es mediante la comunicación a distancia. La epidemia es un catalizador de la actividad en línea que ya se veía gestando décadas atrás. La resistencia de las empresas al trabajo remoto y las clases a distancia que habían presentado las empresas y las universidades se rinde por completo. Zoom, la empresa que triunfa sobre Skype, Google Meet, Messenger y otras resulta triunfante en la crisis ya que la demanda por el servicio crece enormemente. Las acciones se disparan de 70 hasta 478 dólares en el 2020. Lo que antes era una opción se convierte en una necesidad. Este es el gran suceso de la generación Z , la primera generación que nació en un mundo donde el internet es una realidad cotidiana.

Una nueva era

Este suceso eclipsa también todas las marcas de los anteriores grandes sucesos del siglo XXI: la crisis del 2008 y el 11 de septiembre. Precisamente en el 2021 se cumplen 20 años del ataque a las torres gemelas, y Netflix estrena Punto de inflexión: El 11S y la guerra contra el terrorismo un documental que resume la larga guerra contra el terrorismo de Estados Unidos y que concluye como un enorme fracaso y cierra el círculo de este suceso con el retiro de las tropas americanas dejando a los Talibanes que tanto combatieron bajo el cargo del gobierno (de nuevo). El periódico The Atlantic publica un artículo en el 2020 señalando el fin de la era del 9/11 dado que ese suceso dejó de moldear nuestras vidas y ahora la era pos Covid ha iniciado. Nuestra vida será determinada por todas las cicatrices sociales que ha dejado este suceso. Algunas serán visibles y otras tardarán años en ser empíricamente evidentes.

Los nativos digitales crecieron con el auge de las redes sociales y todas consecuencias psicológicas que están implican para los usuarios. Del 2010 al 2020 nacieron todas las aplicaciones que se volvieron poderosas tras un acelerado crecimiento. Facebook inició este movimiento de medios sociodigitales seguido de Twitter, Youtube, Instagram y la infame Tik Tok. Todas hechas con el propósito de mantener a la mayor cantidad de gente enganchada en sus servicios. Estudios han demostrado que cada una de estas aplicaciones tienen repercusiones en los usuarios. Instagram, particularmente, tiene el efecto de generar depresión y ansiedad en las mujeres jóvenes. Las usuarias suelen sentirse en términos desiguales cuando equiparan sus cuentas con las de sus compañeras cercanas. Los filtros y los trucos para mejorar la imagen que se sube a la red crea realidades distorsionadas que las mujeres creen que imágenes genuinas. Tras la crisis, una gran cantidad de relaciones sociales pasan por un filtro, no solo visual, sino informativo y retórico.

¿La era de la desinformación?

El 13 de febrero del 2020 se reúnen personal de la OMS con las principales empresas de Sillicon Valley para abordar el tema de la información respecto al COVID-19. El objetivo de la reunión es que se trate de eliminar la mayor cantidad de información falsa en la red y se cree un frente informativo que mantenga a la población con la mayor veracidad posible del virus. El pánico y el exceso de información exacerbó movimientos conspiracionistas que ya se estaban gestando en años pasados. En este blog ya habíamos considerado a los nuevos movimientos populares como los terraplanistas como síntomas de una modernidad que ya se había volcado a las creencias religiosas y pseudocientíficas para interpretar el mundo.

Esta supuesta era de la posverdad parece estar llena de información mal administrada por el usuario. La generación Z tiene toneladas de datos en su celular pero no sabe como procesarlos o determinar cuáles son reales y cuales son falsos. No posee el suficiente pensamiento crítico para observar noticias tendenciosas o videos patrocinados por un ente gubernamental con el simple objetivo de ganar la aprobación o el reproche de la opinión popular. Esto pensando en términos en los cuáles existe acceso al internet y se vive una vida típica occidental en el que lo virtual y lo digital suelen estar presentes. A pesar de los enormes pasos agigantados de la era digital, aún existe un 48% de la población que no puede acceder a la súper carretera de la información. Para ese porcentaje de la población existe un riesgo mayor a que se hunda en un rezago educativo que los haga más propicios a vivir en una época de oscurantismo y religiosidad exacerbada.

División política y las guerras culturales

El aumento del tiempo en línea de la población también propició una mayor división política. Las restricciones y el uso del cubrebocas se volvió un asunto político. Las preferencias políticas de la izquierda, la derecha así como sus movimientos particulares como los progresistas y los conservadores tomaron la crisis como una oportunidad para captar seguidores y crear armas políticas para denostar la partido político en turno. Las decisiones gubernamentales se volvieron acciones necropolíticas pues la reducción o el aumento de muertos afectaban las elecciones futuras y la posibilidad de continuidad en el poder. Para los jóvenes, elegir una postura política significó también parte de su formación como persona y tiene una repercusión en su orientación sexual, sus hábitos alimenticios, la elección de carrera y su activismo político.

Byung-chul Han y Slavoj Žižek protagonizaron esta confrontación política días después de la declaración de emergencia. En una compilación de los principales pensadores de este siglo se publicó el texto Sopa de Wuhan en el que ambos pensadores expusieron dos puntos de vista contrastantes a la crisis. Byung-chul Han observó una mayor oportunidad para el control de la sociedad mediante la tecnología. Una mayor observancia de los datos biométricos y una sociedad más propicia a obedecer como los países asiáticos tendría mayor chance de controlar la crisis pero a la vez estaría más sometida a la voluntad del estado. Žižek por otro lado dijo que ««El COVID-19 no es solo una epidemia; es una oportunidad para repensar nuestro sistema económico y político.» y que el paro global había sido como un infarto al sistema capitalista. Byung-chul Han le replica “El virus no vencerá al capitalismo» y considera que acelerará su velocidad una vez que se haya sorteado la crisis.

La prueba de esta aceleración del capitalismo puede verse en los objetivos que tienen los jóvenes en el futuro. Algunos se han avocado en una carrera digital como streamers o creadores de contenido mientras que otros han renunciado a la posibilidad de tener un trabajo estable, una casa o una pareja de por vida. Los más radicales han sido catalogados como doomers, aquellos que tienen una visión pesimista del futuro y ven los siguientes años como igual o peor a la crisis iniciada en el 2020. Aquí existe una desesperanza generalizada y una percepción de colapso inminente de la sociedad.

Las guerras culturales son también parte de las generaciones que vienen después de la pandemia. Tal cual mencionamos en el post Star Wars y las Guerras Culturales se han propuesto convertir todo aspecto de la actividad humana en una postura política. Los grandes medios de producción audiovisual decidieron tomar también esta postura creando contenido con un público objetivo centrado no en las masas sino en los minorías y grupos oprimidos históricamente. Pensando en la teoría Gramsciana de la reproducción y cambio de las sociedades desde la cultura de masas, la llamada cultura woke y progresista se ha propuesto «cambiar» la mentalidad de los grupos hegemónicos mediante una intervención directa en el cine y la televisión. Esto ha vuelto a los medios socio-digitales un campo de batalla por liderar el discurso actual. Una fuerte oposición al uso de los medios masivos como instrumentos de control más que como medios de entretenimiento o culturales ha vuelto que todos adopten un enemigo político: veganos vs carnívoros, progresistas vs conservadores, abortistas vs pronatalistas, puritanos vs libertinos, hombres vs mujeres. Este último quizás sea, el que mayor repercusión tenga en las generaciones actuales y porvenir.

Soledad, leitmotiv del siglo XXI

Las aplicaciones de citan pasaron de ser una forma novedosa de encontrar pareja a la única forma socialmente aceptable de conocer a alguien. Estas aplicaciones vieron una oportunidad para capitalizar las relaciones humanas y utilizar el deseo para crear un mundo de relaciones completamente desigual. Los creadores de Tinder y Bumble observaron que conseguir pareja de forma rápida y efectiva hacía que sus usuarios dejaran la aplicación en poco tiempo. Sin embargo, al darles esperanzas sobre esta posibilidad y hacerles tener un par de matches harían que se engancharán la mayor cantidad de tiempo posible en la app y que aumentaran la posibilidad de gastar dinero.

El uso masivo de estas apps durante la contingencia hizo que los hombres observarán que sus posibilidades de conseguir pareja se vieran mermadas por el algoritmo. Al ser la única posibilidad de conocer gente y que está posibilidad es extremadamente injusta pues las mujeres reciben cantidades masivas de hombres queriendo hablar con ellas mientras que solo el 1% de los hombres reciben la atención del 80% de las mujeres, esto vuelca a los hombres a la crítica de la sociedad actual y los hace más proclives a buscar momentos del pasado en los que había más justicia para ellos. Los hombres terminan volviéndose extremadamente cautos en sus relaciones con el sexo opuesto y aumenten las posibilidades de que se vuelvan más conservadores. De la misma forma, las mujeres ven la posibilidad de explotar un poder multiplicado por la preferencia de las apps y la posibilidad de generar tráfico y dinero en la red.

Esto ha hecho que la generación Z tenga menos parejas sexuales, se casen menos y vivan en mayor soledad que sus predecesores. Esta característica del aislamiento es quizás una de las mayores consecuencias de la pandemia. Una retraimiento a la cuarentena permanente y voluntaria por un miedo al exterior y a los demás que aún no desaparece. Aunque en la actualidad pareciera que volvimos de la pesadilla, en realidad estamos adentrándonos a un futuro distópico, con elementos tecnológicos presentes pero con visión bizarra del otro.

Para saber más

El COVID-19 y sus consecuencias en un mundo global

COVID-19: Problemas sociales y psicológicos en la pandemia

La OMS publica un informe sobre las consecuencias que la pandemia de la COVID-19 ha tenido en la salud mental y en la atención a los servicios de salud mental

Dentro del blog

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