«1969 ignited a generation, 1999 generated an ignition»

Visto en un sitio web relativo a Woodstock

Día uno: Welcome to the jungle

En 1999 se organiza el festival musical Woodstock 99. Se planean 3 días de concierto con diversas bandas de rock como Rage Against the machine, Korn, Megadeth, Sherryl Crow, The Chemical Brothers, Fat Boy Slim, James Brown y Limp Bizkit.

Michael Lang, organizador del Woodstock 68, está al frente. Antes ya había hecho el Woodstock 94 con problemas de logística pues el lugar del evento se enlodó y las mallas ciclónicas para evitar el paso de quienes quisieran entrar gratis el evento, colapsaron y la gente pasó sin pagar y no hubo ganancias. El festival fue un fracaso financiero porque la lluvia lo arruinó.

Para Woodstock 99 se quiso evitar ello y plantearon como sede, una base militar abandonada, el concreto reinaba.

Si Woodstock 68 fue un festival donde la hermandad era la consigna y la alimentación de los asistentes corrió a cargo de comedores comunitarios autogestivos, la versión de 99 tenía la consigna de ganar dinero y ahorrar costos. Por lo mismo la comida y las bebidas fueron consesionadas a una empresa que no dudó en inflar los precios a una manera prohibitiva: una botella con agua de 68 centavos de dólar, costaba entre 4 y 12 dólares el litro.

Woodstock 99 congregó 300 mil personas y la logística falló desde el primer día por los precios del agua y la comida. Era verano y la temperatura subió a 40 grados y mucha gente comenzó a deshidratarse. El calor era intenso y más porque el concreto lo intensificaba. El servicio médico no se dio abasto para atender a los deshidratados, sofocados y personas colapsadas por el calor agobiante, aparte de los lesionados por el baile del slam o tan solo por estar entre la multitud de miles de personas.

Las casetas sanitarias fueron desde un inicio insuficientes y pronto se ensuciaron a un punto que era contraproducente defecar en ellas, los botes de basura se saturaron y las regaderas se también: Woodstock 99 empezó a oler a la basura tirada en el suelo por todas partes y a excremento. Todo eso desde el primer día.

Día dos: Apocalisis now

Al segundo día los asistentes estaban furiosos contra los organizadores que decidieron no invertir más dinero para solucionar los problemas de alimentación y de higiene. La comida y el agua encarecieron aún más y los servicios sanitarios y de atención médica reventaron. Todo había sido rebasado y los organizadores no hicieron nada para subsanar los desperfectos porque quisieron ahorrar costos.

A las seis y media de la tarde, en la actuación de Limp Bizkit, la furia de la concurrencia empezó a desatarse. La banda motivó al público a sacar la ira y destrozar todo. El cascarón de madera de la torre de control técnico de audio e iluminación fue desarmada. Las láminas de madera arrancadas se usaron como tablas para hacer el «surf» encima del público, el propio cantante de Limp Bizkit se subió a una tabla y desde ahí continuó su show.

El número de lesionados ya era insostenible para el cuerpo médico y si los organizadores les estaban faltando el respeto, la ira del público no solo se desató contra las instalaciones sino contra la misma concurrencia, sobre todo a las mujeres.

En los noventa eran común la desnudez humana en los festivales y en las protestas colectivas. “Show your tit’s” o el mexicano “chichis pa’la banda” eran gritos colectivos comunes. Muchas mujeres eran complacientes y enseñaban sus senos y sus traseros.

Había marchas donde las mujeres se desnudaban para protestar con el puño en alto, muchas se hacían pintar el cuerpo con la técnica del body painting. En los festivales masivos o en las fiestas privadas era común el desenfreno sexual donde los chicos se besaban o bien tenían coito.

Ante la ausencia de policía profesional pues solo había personal contratado para servir como cuerpos de paz y la apatía de los organizadores con el público, quedó clara una situación de caos donde cada quien podía hacer, lo que quisiera, la realidad es que no había un orden y por ende, las reglas saltaron por su ausencia.

Durante la medianoche de sábado para domingo Fat Boy Slim se presentó en el escenario provisto para la fiesta rave. Desde el primer día las drogas empezaron a circular al por mayor pero esa noche, la frustración y la ira se desbordaron junto a los estupefacientes y la música electrónica dance. Todo se carnavalizó y el ambiente se sexualizó masivamente. Una orgía de grandes dimensiones ocurrió y los espectadores tomaron por asalto una camioneta y la manejaron hacia donde estaba la multitud. En el interior del vehículo una muchacha de 16 años estaba sosteniendo relaciones sexuales completamente drogada al punto del desmayo.

Los organizadores detuvieron a Fat Boy Slim con su show y recuperaron la camioneta. El público iracundo siguió destruyendo todo el lugar y usaron los toneles de lata como tambores para seguir la fiesta. Mtv estaba cubriendo el evento pero desde la tarde, sus vj empezaron a ser agredidos, les aventaban objetos porque como transmitían en vivo, los asistentes querían mostrar su enojo e inconformidad al mundo.

Día 3: El señor de las moscas

Para el tercer día Woodstock era ya un enorme basurero con las tuberías de agua rotas por los mismos asistentes. El agua “potable” tenía restos de heces fecales y con eso la gente se estaba bañando desde el segundo día y lo peor, bebiendo. Los casos de gingivitis ulcerosa aparecieron y más de la mitad de la gente abandonó el festival dadas las condiciones insalubres y de abuso comercial inhumano.

Quienes se quedaron siguieron haciendo destrozos. Los casos de acoso sexual donde las mujeres desnudas o no, eran manoseadas se hicieron patentes. También se supieron los casos de violaciones durante el día anterior. El que las chicas hayan decidido desnudarse, fue tomado por muchos hombres como una invitación a tener actividad sexual con ellas.

Para calmar los ánimos, los organizadores soltaron el rumor que habría un artista o banda sorpresa para el final, después de la actuación de los Red Hot Chilli Peppers. Muchos decidieron seguir en el festival por ello. Al final de la presentación de esta banda, fueron distribuidas cien mil velas para que el público las prendieran como un acto de protesta contra la violencia armada.

Las velas se prendieron pero algunos las usaron para iniciar un incendio general a todo el lugar. Los Red Hot Chilli Pappers tocaron su versión a “Fire” de Jimmy Hendrix y eso motivó a que el ánimo por incendiar el lugar creciera.

Luego que la banda acabara de tocar se supo que no había banda o artista sorpresa, ello solo provocó que todo el lugar fuese pasado por el fuego.

Finalmente la policía llegó después que varios vehículos fueron quemados y el lugar fue desalojado.

Woodstock 99 había terminado en llamas y jamás volverían a hacerse nuevas ediciones de este festival. Si Woodstock había sido un desastre financiero, Woodstock 99 fue peor porque también fue un desastre social y político.

Años después se formaría un movimiento de mujeres llamado #metoo donde denunciarían en diversos foros, los abusos sexuales que sufrieron en Woodstock 99 y serviría también para hacer patente otros casos donde acoso o violaciones sexuales.

After party

Los hechos de Woodstock 99 llevaron a algunos a reflexionar sobre la violencia en general que toda una generación profesaba. Se acusó sobre los géneros musicales que reflejaban ira o coraje contra un sistema opresor.

Los años noventa fue la década donde la discusión sobre diversidad cultural se puso en boga en los foros académicos. El mundo estaba sufriendo cambios luego del desbaratamiento de la URSS y el sistema político que sostenía a esta república. La URSS había suprimido a las identidades étnicas de los países que se habían sumado al bloque comunista y había intentado imponer la identidad comunista en torno a la llamada dictadura del proletariado. No había diversidad étnica: solo existía la clase obrera y la clase campesina.

Todo se intentó unificar. Al caer la URSS diversas naciones se declararon independientes pero los problemas interétnicos afloraron y muchas etnias reclamaron territorio propio: el mismo concepto de nación que unifica todo se puso en entredicho y el resultado fue la guerra. A esos movimientos de confrontación interétnica se le conoce como “balcanización” ya que la zona de los Balcanes fue muy afectada por ello y hubo muchas muertes.

La caída del comunismo reflejó el totalitarismo del sistema capitalista en el mundo. Tanto comunismo como capitalismo en su versión posmoderna, el neoliberalismo, fueron objeto de rechazo por toda una generación de jóvenes.

En los años noventa hubo manifestaciones por todo el mundo que perseguían las reuniones de los estadistas que conformaban el llamado grupo de los 8. Esas manifestaciones eran reprimidas y fueron bautizadas por Ernesto Zedillo, en ese entonces presidente de México, como “globalifóbicos”.

El rechazo al neoliberalismo, la denuncia de las mujeres hacia las acoso y el abuso sexual y el respecto a la diversidad cultural y sexual fue un legado de los años noventa a las décadas venideras, sobre todo cuando los jóvenes noventeros se volvieron adultos y accedieron a las instituciones.

El 68 reivindicado

Woodstock 99 ha sido revisado en dos documentales, uno producido por HBO en 2021 y otro por Netflix en el 2022 en forma de docuserie, ese género híbrido que esta última productora ha fortalecido en los últimos años.

En ambos casos se observa la misma tendencia discursiva: una reivindicación a Woodstock y la generación que lo vivió.

Los valores que se esgrimen son los siguientes:

ºComunalidad

ºPacifismo

ºOrganización

ºTolerancia

ºPaz y amor

Estos se contraponen con aquellos que identifican a Woodstock 99 y su generación:

ºViolencia

ºIntolerancia

ºCaos

ºDestrucción

ºHedonismo: Sexo y drogas sin freno.

Se tratan obviamente de valores contrapuestos con los cuales se arman dos historias que se encaran. La generación del 68 es reivindicada y la del 99 es señalada con el dedo del fuego. Si hablamos de tres generaciones la del 68 es la de los abuelos, la del 99 la de los padres y hermanos mayores y la de 2022 es la de los hijos. En este caso son los nietos mirando con amor y comprensión a los abuelos y confrontando al padre y al hermano mayor.

Lo cierto es que se presenta una visión romántica al 68 carente de una mirada crítica. Las drogas estuvieron presentes en ambas generaciones y hubo daños severos en ambas. A decir de Simon Reynolds en su libro “Energy Flash” pareciera que cada género de música en los noventa suponía el abandono de una droga y el encumbramiento de otra. Así el techno y el trance corresponde al XTC y al DMA, el trip hop a la heroína y el hardcore a la metanfetamina.

Cuando una droga hacía demasiado daño, sus consumidores yacían en rehabilitación o fallecían y otros consumidores de un nuevo tipo de droga ponían en auge algún nuevo género musical acorde a los efectos del enervante de moda.

La generación del 68 no fue excenta del tipo de excesos que se vivieron a partir del segundo verano del amor marcado en 1968.

Los años venideros del primer verano del amor (1968) trajeron revueltas, movilizaciones sociales que provocaron desapariciones forzadas de activistas que acabaron asesinados por múltiples gobiernos.

La lucha de los ideales de los años sesenta se cristalizarían completamente en las políticas de gobierno en las dos primeras décadas del siglo XXI. Sin embargo eran políticas conservadoras a los ojos de las nuevas generaciones.

La muerte de artistas como Joplin, Morrison o Hendrix (conocidos como el club de los 27 porque a esa edad fallecían) por sobredosis de drogas mostró al 68 con sus excesos.

Con el paso de los años muchos activistas de esa generación se fueron integrando de una manera u otra, al sistema que criticaban y eso empezó a ser tema de burla en series como los Simpson o Daria. Otros acabaron siendo perseguidos y desaparecidos o bien exiliados.

Sin embargo, la generación del 68 no dejaba de ser machista y era proclive a idealizar el totalitarismo comunista.

La generación del 99 tuvo desencuentros con la del 68. El anarquismo cobraba fuerza y cuestionaba a los simpatizantes con el comunismo como sucedió en 1869 en la Internacional Comunista cuando el anarquista Bakunin fue expulsado.

La principal diferencia política es que en el 68 se buscaba revolucionar el mundo y el comunismo era la ideología que dominaba las luchas sociales y en el 99 las ideas de autogestión y autosustentabilidad se combinaban con las de la reivindicación étnica. No solo eran luchas ideológicas dispares, en el 99 se contemplaban panoramas que en el 68 eran apenas incipientes.

Pongamos como ejemplo las comunas hippies, típicas en el 68. A la manera de lo que narra Henry Thoreau en Walden, se establecieron comunidades alejadas de lo urbano y en medio de los bosques, se intentó refundar la civilización con reglas comunitarias basadas en la autosustentabilidad.

Sin embargo, algo olvidaba Thoreau: que en el mundo hay miles de comunidades nativas que han vivido por siglos de esa manera y que las comunas hippies en realidad, no aportaban mucho y tampoco podrían revolucionar mucho en una escala global. Las comunas solo tendrían impacto en las comunidades urbanas donde significara algo, la renuncia de sus privilegios.

Si en el 68 no existía la reflexión sobre la etnicidad, en el 99 esto era un tema central que sensibilizaba a toda una generación y sería un imperativo ético en lo subsecuente.

A ciencia cierta 2022 tiene más cercanía ideológica con las luchas del 99 (a las que rechaza) que con las del 68 (a las que reivindica). En 2022 el discurso de emancipación comunista es anacrónico y carece de fuerza movilizadora. Pareciera que en la nostalgia posmoderna, la generación del 68 es despojada de su ideología emancipadora que provocó fuese reprimida y perseguida en países como México o Francia.

En lugar de ello aparecen de manera romántica los pacifistas que arrojaban flores y hacían el amor en Central Park o en algún parque de San Francisco, California.

No obstante la luchas de 68 fueron continuadas y transformadas con los nuevos paradigmas que emergieron en los años noventa y finalmente fueron políticas de gobierno en 2022.

El Comité General de Huelga de la UNAM (CGH UNAM)

El 20 de abril de 1999 la Universidad Nacional Autónoma de México entró en un paro estudiantil por nueve meses. El motivo fue la imposición de una serie de cuotas para los estudiantes escritas en un reglamento general de pagos, además de una serie de exámenes post graduación a la que tendrían que ser sometidos los egresados.

Esto fue visto como la entrada de esta universidad a la política neoliberal y el paro se concretó y se realizó un pliego petitorio inicial de seis puntos donde se exigía a las autoridades la abrogación del reglamento general de pagos y el rechazo institucional del CENEVAL, institución que haría los exámenes post graduación para certificar competencias y refrendar la cédula profesional.

El 6 de febrero de 2000 los estudiantes fueron desalojados de Ciudad Universitaria, y unos días antes de las instalaciones de Preparatorias y Colegios de Ciencias y Humanidades por la recién creada Policía Federal Preventiva, la primera fuerza policíaca donde los integrantes eran del ejército mexicano.

El golpe fue hecho gracias a meses de espionaje al movimiento estudiantil, logrado a base de decenas de personas infiltradas. Los líderes fueron señalados y encarcelados y en su momento, cerca de dos mil estudiantes fueron sometidos a proceso judicial y encontrados culpables de delitos como motín y despojo, gracias una demanda que dos reconocidos doctores en derecho, Raúl Carrancá e Ignacio Burgoa, promovieron meses atrás.

Meses atrás se habían descubierto documentos en la rectoría de pagos a diversos periodistas, los mismos que estuvieron muy activos para difamar al CGH.

También trascendió que el mismo gobierno local había provocado el paro como una forma de golpeteo político entre el partido en el poder del ejecutivo nacional (PRI) y el partido que gobernaba la Ciudad de México (PRD).

Después de la represión brutal a cientos de estudiantes y su posterior encarcelamiento los mismos que habían firmado la carta a los periódicos exigiendo la recuperación de las instalaciones, ahora se lamentaban por ello.

Las nuevas generaciones odiaron el paro estudiantil como medida de presión y la universidad entró a una época conservadora llena de abusos administrativos y académicos que hasta la fecha persiste. La desmovilización estudiantil por décadas fue lograda gracias a la represión al CGH que acabaría con los sueños de revolución de toda una generación de estudiantes.

Woodstock 99 y El legado de los noventa

Pareciera que la violencia es lo que tienen en común los hechos del CGH y los de Woodstock.

Si bien la desesperanza de un mundo mejor del grunge marca parte de los años noventa y el nihilismo y el hedonismo de las fiestas rave también, la movilización política fruto del hartazgo de las políticas abusivas de los gobiernos neoliberales fue un hecho.

Estos gobiernos utilizaron a los medios de comunicación masiva para fabricar la realidad a su favor y deslegitimar a las resistencias y a las movilizaciones de protesta.

Internet y la web eran tecnologías que aún no se consolidaban y de hecho sus primeras versiones fracasaron.

Los primeros cinco años de los noventa fueron de caos, incertidumbre, desconcierto y desesperanza. El muro de Berlín cayó y el sistema socialista también. Las etnicidades aparecieron en todo el mundo reclamando su lugar, En México, en 1994 el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) se levantó en armas al grito de “nunca más un México sin nosotros”.

Sin embargo, los gobiernos intentaron deslegitimar estos movimientos difamándolos y atacándolos en los medios de comunicación.

Del EZLN dijeron que era nutrido por el mismo gobierno de Partido Revolucionario Institucional y que era un movimiento rebelde comandado por los religiosos adeptos a la teología de la liberación.

El gobierno fue incapaz de reconocer públicamente que el problema real es que la etnia de los tzotziles, entre otras, estaban siendo desplazadas de sus tierras por extranjeros que ocupaban sus terrenos para explotar minerales como el litio y el uranio. Como en la revolución mexicana de 1910, se trataba de un problema básicamente agrario solapado por las mismas autoridades.

No obstante, los ataques mediáticos fueron muy intensos poniendo al EZLN en la minoría de edad: no eran más que un grupo indígena manipulado por los intereses de los religiosos de ideas comunistas y si no fuese por ello, los tzotziles estarían tranquilos y felices.

El ataque no solo se dio por la vía mediática, el gobierno continuó con los desplazamientos obligando a los tzotziles a ello con el ejército nacional. Toda la región se militarizó sin que el EZLN pudiese evitarlo, no tenía armas para sostener una lucha armada contra las fuerzas militares del estado.

Diversos sectores de la sociedad civil acudieron en defensa del EZLN y trataron de aminorar la violencia del estado. Se establecieron mesas de diálogo que el gobierno respetaba a medias.

Este fenómeno se repitió en diversas partes del mundo. Antes los movimientos de protesta, no había soluciones sino violencia de diversa índole y ataques mediáticos. Las empresas dueñas de los medios de comunicación intensificaron sus políticas publicitarias para ganar aún más dinero. Se crearon canales y programas exclusivos de venta. Puluraron los infomerciales y las series y películas mostraban diversos productos en sus puestas en escena, a manera de comerciales. Se trataba de ganar dinero bajo el menor pretexto.

Los canales de televisión y las estaciones de radio eran orientados a formas aún más comerciales. Cambiaban sus formatos deliberadamente para que así fuera. Si una estación transmitía música acompañada de un show de entretenimiento relativamente popular, se cambiaba el perfil a algo deportivo, ya que según esta idea, lo ideal era ganar aún más dinero con ventas de espacios publicitarios durante la transmisión.

La crisis de la radio, la televisión y la prensa impresa estaba por llegar. Los periódicos no cesaban de golpetear y de difamar a los movimientos sociales creando un aire de opinión pública que estaba muy lejos de ser la realidad, un amplio sector social que consumía estos medios, abandonó el consumo de estos medios debido a la no credibilidad y al desencanto. Las ventas de las editoriales bajaron drásticamente y lo que en los ochenta era un negocio millonario de millones de ejemplares impresos, ahora en los buenos días de consumo, solo llegaba a miles.

Lo mismo pasó con la televisión y la radio: los espacios estaban ahí pero dejaron de ser consumidos. MTV que era en esencia un canal que transmitía videos musicales, se convirtió en un canal de programas cada vez más superficiales donde mostraban vidas superfluas e ideas carentes de más contenido que el culto a la apariencia. Entre más se reflejaba una carencia de interés por los nuevos contenidos, más dejaban de transmitir videos musicales, que era justamente lo que había llevado al canal a la fama.

Este fenómeno se repitió en canales como Discovery Channel o History Channel famosos por sus documentales de investigación científica. En el afán de atraer más público, transmitieron programas sobre asesinos seriales y el fenómeno ovni pensando que eso vendía más. Los canales se fueron en picada pues ya poca gente los sintonizaba y la entrada de los medios sociales en el siglo XXI, desplazaría el consumo mediático a la web. Los medios pagaban la factura de sus excesos comerciales.

La hoguera de las vanidades

Woodstock no fue sino una señal del hartazgo de la gente a las políticas orientadas al consumismo por parte de las empresas. La usura y las prácticas excesivamente comerciales fueron comunes. Con el tiempo, estas prácticas dejaron de orientarse a lo masivo y se volvieron personalizadas gracias al arribo tecnológico de los medios sociales. Las estrategias de ideologización masiva cambiaron por las estrategias de persuasión individual a través del espionaje en el uso de aplicaciones y sistemas operativos.

En el tiempo actual pareciera que la industria cultural ya no existe. Que la era de los medios masivos se acabó. Lo que sucede es que estos últimos eran solo una forma de propiciar comercio por parte de las industrias culturales. Ahora existen nuevas estrategias para ello pero el sistema sigue funcionando.

Por lo mismo hay nuevas estrellas pop. Los diseños de publicidad han cambiado. Los medios de comunicación tradicional se han vuelto una mera apariencia, esto en la era del espionaje y la persuasión personalizada que sucede en la web. El usuario es rastreado todos los días en todas sus acciones y se saben sus emociones para orientarlas a formas personalizadas de consumo. El usuario es emocionalmente apelado pues se sabe mucho de él.

De esta forma, las expresiones colectivas de furia en las movilizaciones sociales de los noventa, sobre todo de la segunda mitad donde era claro, un hartazgo a las prácticas neoliberales, son nulas en la actualidad. Los medios sociales han desplazado a las calles como lugares de denuncia y lucha colectiva. La movilización se ha convertido en una desmovilización en los medios sociales. La lucha política es una lucha en la web.

Los años noventa evidenciaron problemas de la diversidad cultural que el nacionalismo del siglo XX ocultó, era necesaria una revolución global sobre ello y ocurrió de diversas maneras y se establecieron políticas en el siglo XXI de no discriminación para frenar el desprecio a lo étnico. Esto no quiere decir que el problema se erradicó pero hubo una consciencia mayor sobre ello.

Con Woodstock 99 empezó el movimiento contra el acoso sexual hacia las mujeres que evidenció otro problema mayor: el de la diversidad sexual, lucha que fue vuelta invisible a lo largo del siglo XX. El siglo XXI ha tenido a la diversidad sexual como tema principal en las agendas políticas de la gran mayoría de los países.

El diseño de los medios sociales obedecen al hartazgo a las formas de los medios de comunicación masiva y han servido para darles voz a quienes nunca habían tenido espacios para expresarse. Ahora cada usuario es un productor de contenido.

La furia en los años noventa se volvió política institucional en el siglo XXI pues muchos de quienes protestaban y se movilizaban, arribaron a puestos claves del poder y establecieron políticas por ejemplo, de no discriminación.

Los años noventa fueron también de concientización sobre el problema ambiental. La Ciudad de México fue escenario de múltiples eventos musicales masivos a favor del rescate de espacios naturales, un ejemplo es el festival de música electrónica Ecosistema. Incluso mucha publicidad para eventos de música electrónica, que fue unos de los géneros musicales dominantes en esta década, tendían a un discurso de ser amigables con el medio ambiente y resaltaban positivamente los entornos naturales.

Sin embargo los problemas ambientales se han acrecentado con el tiempo y lo que en los noventa eran iniciativas ciudadanas, se han transformado en políticas de estado que solo se cumplen en el discurso la mayoría de las veces. Por lo mismo, la destrucción ambiental sigue en aumento.

Los movimientos sociales de los años noventa pueden ser vistos como violentos pero en realidad, fue violencia que respondió a un hartazgo de los excesos del estado. Fueron los gobiernos y las empresas quienes propiciaron la ira ciudadana. Fueron los excesos de formas represoras y neoliberales los que generaron el contexto de ira. Es innegable que lo hubo. Las expresiones artísticas son un reflejo de ello. En la música de bandas como Nirvana se observa el hartazgo, la frustración y la furia. En las canciones de bandas como Deftones, Korn o Limp Bizkit se desata la furia a través de lo sonoro. No hay otro mensaje mas que ello.

El desencanto generacional se transformó en furia pero también en el nihilismo hedonista. Los años noventa se caracterizaron por una sexualidad desenfrenada justificada por el fin de los tiempos que insinúa cada cambio de milenio en la historia.

Es el fin del mundo, se decía y eso justificaba el derroche de todo incluidos la sexualidad y el coito.

El fin del mundo de los noventa se extendió al siglo XXI con la catástrofe ambiental. La actitud nihilista hedonista se intensificó a través de la música que se volvió abiertamente sexualizada, donde el tema común fue la exaltación de las cualidades amatorias y corporales y el goce a través de los estupefacientes.

Los bailes se volvieron abiertamente sexuales y las parejas restregaban sus partes íntimas públicamente con estilos como el perreo.

Los medios sociales se volvieron el espacio ideal para este hedonismo intensificado y la exhibición narcisista del cuerpo se volvió muy común.

Esta actitud propia de lo finisecular, se extiende a lo largo del siglo XXI. A la falta de esperanza en un mundo mejor motivada por el fin de los metarrelatos a finales del siglo XX, en el siglo XXI pulula la no esperanza de un mañana por la violencia generalizada, por un mundo tomado por asalto por el narcotráfico donde los niños adolescentes mueren a temprana edad por sobredosis. No hay un mañana porque el desastre ambiental cada vez se asoma más irreversible.

En ese mundo sin futuro, no hay espacio para soñar con un mundo mejor, ya nada se puede hacer y así la desmovilización social se consuma. Lo único que queda desde este punto de vista, es el consumismo y la exhibición del cuerpo narcisista en los medios sociales.

El fin del mundo es el contexto del triunfo total del sistema capitalista y de los sistemas totalitarios. Ante la desesperanza se impone la tiranía disfrazada de tolerancia y comprensión ante la diversidad étnica y sexual, del ser amigable con el medio ambiente.

Sin embargo en una era de apariencias todo esto es discurso vacío.

El tirano no deja de ser tirano y el capitalista feroz no deja se beneficiarse del consumismo.

Notas de Tenamaxtli

Me gustaría agregar algo más a lo que el doc ya ha dicho en este post.

Woodstock 99 es otro producto más de las guerras culturales que vivimos actualmente. La tendencia de estas guerras actualmente es marcar un ataque directo a las generaciones que generan la nostalgia y enormes beneficios a las productoras. La década pasada dejó de producir su propio material para marcar su generación y se dedicó a regurgitar éxitos pasados que ya tenían una base establecida de fans. Esta tendencia ha hecho que los escritores millennials y gen z con una visión progresista estén en franca molestia con la década que les secuestro culturalmente a la suya.

Sin dejar de lado la culpabilidad del organizador y su intención de sacar el mayor provecho del nombre de un evento, los documentales tienen la sutil intención de atacar a los noventa como un todo. La sensibilidad moral moderna observa con disgusto los actos de machismo y sexismo que se observan en un lugar en el que el orden brillaba por su ausencia. Asocian a estos «desagradables jóvenes blancos» con la gente que hoy en día se esconde anónimamente en Reddit y que juegan como enemigos políticos. La generación amante de la diversidad y la inclusión parece haber roto la ilusión de «mejores tiempos» que tenía desde la masificación del internet y que con la pandemia ha sepultado su deseo secreto de tener en el futuro una generación que los anhelara con la misma nostalgia que anhelamos a los 80s y los 90s.

Para saber más

Cómo las crisis definen la historia

La disolución de la alteridad: El individualismo en los medios sociales

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